Alfonso Ussía

El silencio de los loros

Un loro callado confunde. No va con su carácter y temperamento el silencio. El loro habla y no sabe lo que dice. La británica Audebon´s, la gran enciclopedia ornitológica nunca superada, ha sufrido una humillación por parte de la editorial española Lynx, que ha editado la obra maestra –18 volúmenes– de las aves y los pájaros del mundo, dirigida por el profesor Del Hoyo. En sus páginas, entre cacatúas, loros, loritos, cotorritas, cotorras, catitas, amazonas, guacamayos, aratingas, pericos, periquitos, loris, lorículos, inseparables, microloros, keas, kakas y kakapos, se registran, dibujan y definen 416 especies, incluidos los ocho lóridos extinguidos más importantes, entre los que destaca el papagayo de Cuba, y lo escribo sin segundas intenciones. Ignoro a qué especie de lórido pertenece el compañero sentimental de Tania Sánchez, pero tiene para elegir. Sucede que habla y habla, y cuando más se precisa de su charlita, se calla y se esconde.

El compañero sentimental de Tania Sánchez, también conocida por la condesa de Vaciamadrid –son muchas las propiedades que acumula su familia–, como buen progresista rechaza a Israel y ama sin límites a las naciones con regímenes islamistas. Es lógico. Asimismo, como responsable pensador de la izquierda radical defiende la libertad sexual, de lo cual nos enorgullecemos todos los que defendemos también el resto de las libertades. Una simple pregunta, además respetuosa, de una periodista solicitando su opinión acerca de las legales especulaciones inmobiliarias de su pareja de hecho, le llevó a perder los nervios y acusar a la periodista de machista. Cuando Evo Morales proclamó ante el mundo que en Bolivia no había homosexuales y que todos eran unos machos libres de la degeneración sexual europea, el lórido restó en silencio. Cuando de Irán llegaban a su fundación jugosos petrodólares que coincidían con las informaciones que reflejaban la angustia de los homosexuales en aquel país, condenados a la crueldad de las mazmorras o a la solución de la ejecución pública, el lórido restó en silencio. En estos días, en Siria, en Al Bakara y Al Hamedia, han sido sacrificados públicamente varios homosexuales que no han recibido ni un apoyo, ni una gestión ni un recuerdo de los afanados partidarios de la Alianza de Civilizaciones – todavía vigente–, que reúne a la intelecualidad de nuestras izquierdas. Han callado muy diferentes ejemplares de distintas especies de loros. Del mismo modo que las feministas profesionales de nuestra intelectualidad de izquierdas no pierden el tiempo cuando una musulmana, o diez, o veinte, son lapidadas hasta la muerte por permitirse el lujo de echar una cana al aire, nuestros defensores a ultranza – y me parece muy bien esa defensa– de la libertad sexual, dan la espalda a la tragedia cuando las autoridades islamistas de las civilizaciones aliadas ahorcan en plazas públicas a hombres cuyo único delito es, en las sociedades libres de occidente, un derecho. Ser homosexual. Pero los loros callan y se aburren defendiendo los derechos humanos de quienes nada van a aportar a sus causas, del mismo modo que silencian sus habladores picos cuando el machismo y el desprecio por los homosexuales se oficializa en naciones amigas como Bolivia o Venezuela. El insulto más humillante que utiliza en su lenguaje el camarada compañero comandante Fidel Castro es «mariconzón», lo cual no anima a los loros a mover sus picos. Pero es machista preguntar por las plusvalías de Tania.

En fin, que el pasado jueves fueron ejecutados en Siria unos jóvenes acusados de desviación sexual y condenados a muerte. Ni una palabra de los loros. Ni un sonido. Ni una queja. Todo sea por el progreso y los derechos humanos.