Historia

Cástor Díaz Barrado

En Cartagena

La Razón
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Muchos se preguntan para qué sirven las cumbres iberoamericanas. Existe la opinión, un tanto generalizada, de que las reuniones de los jefes de Estado y de Gobierno iberoamericanos son inútiles. Incluso, en la diplomacia española, algunos se pronuncian en sentido muy poco favorable a estas cumbres y, con ello, debilitan una de las herramientas con las que cuenta nuestra política exterior. Es preciso cambiar esta opinión y marcar líneas claras que nos lleven a jugar un papel decisivo en el espacio iberoamericano. Las cumbres iberoamericanas son una afirmación rotunda de la identidad iberoamericana y, con ello, de la cultura iberoamericana, que constituye un poder cultural inigualable en la realidad internacional. Muchos estados no ven con buenos ojos estas cumbres, sobre todo los anglosajones, y aspiran a depauperar sobremanera este proceso. Poner los énfasis en la cultura, en la educación y en la ciencia y tecnología es un buen camino para asegurar la continuidad de las cumbres, y para seguir ocupando un lugar de relevancia en el orden internacional. Los logros de los iberoamericanos no son menores y, sin duda, las cumbres son un foro desde el que se proclama la universalidad como un valor imprescindible de la comunidad internacional. Cartagena es un símbolo de la resistencia y, también, del éxito. Iberoamérica debe dar el salto hacia la integración en lo cultural y en el ámbito educativo. No debemos aceptar el fatalismo de los que desaniman, entre ellos los propios españoles y algunos de sus dirigentes. España debería adoptar medidas que permitieran y facilitasen el acceso de los latinoamericanos al sistema educativo español y, con ello, a la realidad europea. No es difícil, sólo se precisa verdadera voluntad política. Fuimos capaces de eliminar los visados para colombianos y peruanos y, ahora, debemos estar dispuestos a esquivar las trabas que impiden que los iberoamericanos de América tengan un acceso fácil en un espacio cultural y educativo común. Las murallas de Cartagena no dividen sino que, por el contrario, unen una realidad cultural de la que no existen precedentes en el resto del mundo. América ibérica precisa que se fortalezcan las cumbres.