Historia

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En Muscle Shoals, Alabama

La Razón
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Éramos jóvenes y habíamos vuelto a fumar, que ya hay que ser joven, o sea, bobo, tras seis meses limpios. Aparcamos el coche en una calle desierta. Algo así como un polígono industrial. O una entrada cutre a una ciudad pobre. Viajábamos por el sur de EE.UU en busca de las fuentes de la música. De Nashville, capital del country, a Memphis, donde le volaron los sesos a Martin Luther King y donde Sam Phillips crea la seminal Sun Records y graba por vez primera a Howlin´ Wolf, Elvis Presley, Johnny Cash, Jerry Lee Lewis, Roy Orbison y etc. De Tupelo, donde nació Elvis, a Clarksdale, puerta de entrada de la Ruta 61, la autopista del blues, cuna de Sam Cooke, Son House, John Lee Hooker e Ike Turner, entre mil, y donde vivieron y/o murieron Robert Johnson, Muddy Waters... y Tennessee Williams, por salirnos, aunque no tanto, del asunto. Solo con los nombres de Clarksdale, población 16.200 habitantes, ya puedes acumular una discográfica que fosforezca y caliente en las noches más oscuras. Acabamos en Nueva Orleans, donde explotó la supernova del jazz, y mojamos los pies en el Mississippi, en busca del sonido fantasma de aquella trompeta con la que joven Louis Armstrong amenizaba los viejos cruceros a vapor de ruedas del río que escribió Mark Taiwn. Antes pasamos por Muscle Shoals, Alabama. Un villorrío infame, pobre hasta la lágrima cruda, en la que Rick Hall, que ha muerto esta semana, abrió en 1959 un estudio de grabación mitológico, FAME. Pronto se rodeo de un equipo de músicos portentosos, por ejemplo Spooner Oldham, Dan Penn, Barry Beckett, etc. Muchos de ellos, igual que Hall, eran blancos. Otros, igualmente fabulosos, negros. El objeto de su atención, de sus bases rítmicas de azufre, sus arreglos de vientos dorados, sus composiciones elegantes y austeras, fue un glorioso puñado de vocalistas negros. Entre FAME y Stax, en Memphis, nacía el soul. El mejor, el del Sur, el más fiero y abrasivo. Apabulla hacer la cuenta de la gente que grabó y tocó en FAME, pero podemos arrancar con los discos esenciales de Aretha Franklin y seguir por el portentoso «Tell mama» de Etta James. Añadan a Arthur Alexander, Joe Tex, Wilson Pickett, Don Covay, Clarence Carter, Irma Thomas, George Jackson, Candi Staton, y canciones como «You better move on», «Sweet soul music», «Laught it off, (Hold what you´ve got)», «Steal away», «Fortune teller», «I´d rather go blind», «I never loved a man (the way I love you)»... y el resultado es el de una constelación musical cegadora, digno ejemplo de la penúltima gran época de la música afroamericana en EE.UU. La última corresponde al funk y la disco music... del rap tendríamos que hablar aparte. Respecto a lo que hoy llaman r&b, en realidad pop industrial, desecado y liofilizado y con coreografías pa´ que bailen los niños, mejor guardamos un caritativo silencio. Pero estábamos en FAME. Donde unos chicos blancos, capitaneados por Rick Hall, compartieron guitarras con sus vecinos negros para alumbrar una página capital del siglo XX. Dulce música soul. Crocante combustible para espantar racistas y derretirte el alma.