José María Marco
Épica alternativa
Ada Colau, que ya ejerce de alcaldesa de Barcelona, celebró hace dos días un primer encuentro con los empresarios de la ciudad. Y ante las palabras del presidente del Foment del Treball Nacional, que elogiaba la marca Barcelona, conocida en el mundo entero, la alcaldesa le preguntó que «¿si Barcelona es un modelo de éxito, ¿cómo es que hemos ganado las elecciones...?»
Es una frase magnífica, épica. Colau entiende que se le está haciendo una indicación de orden político, y responde desafiante, con la conciencia de quien tiene detrás al pueblo de Barcelona encuadrado en los batallones de alguno de sus movimientos ciudadanos. El éxito de Barcelona no es tal, claro está, y los excluidos, los desahuciados y –estoy por escribir– los «hambreados» se disponen a cambiar las cosas.
En Madrid, la intención parece ser la misma. Así lo indica el origen de muchos de los que formarán el nuevo equipo de gobierno. Podemos (sin presentarse a las elecciones), «okupas» y asaltantes de capillas se van a repartir las concejalías... con el respaldo del PSOE, que alcanza aquí el punto más bajo de su historia reciente, punto del que no se recuperará hasta dentro de mucho tiempo, si es que se recupera algún día.
El PSOE, efectivamente, está asumiendo una política que se basa por lo fundamental en una cosa, al decir de la inminente alcaldesa: rechazar cualquier continuidad e instaurar la política del rencor, de la demolición, de la humillación. En Barcelona, con las instituciones arrasadas por el nacionalismo, la ciudad corre el riesgo de convertirse en algo de lo que ya tiene experiencia, la capital mundial del alternativismo. Barceloneses y turistas redescubrirán el dulce encanto de las ciudades sureñas, tercermundistas y absolutamente corruptas, donde todo es negociable y se vive a otro ritmo, en una dimensión distinta. En Madrid, ciudad racional, moderna, poco aficionada a las utopías, el proyecto tropezará con más dificultades, pero aparte de las medidas simbólicas, que no se nos van a ahorrar, quedará paralizado el desarrollo de la que estaba a punto de alcanzar, gracias a los nuevos proyectos urbanísticos, el umbral para convertirse en la ciudad global hispana.
La lección será de las que no se olvidan. Nos la podíamos haber ahorrado, pero estamos en época de revanchas y desquites, aunque sea a costa de uno mismo. Ada Colau lo sabe. Cuanto antes se empiece a elaborar una nueva propuesta, mejor. Claro que hay que pensar en serio, y a lo grande.
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