Julián García Candau
Equipo desquiciado
La tradición manda reír en Cibeles o llorar en los Paúles. Ha tocado lo segundo. Y encima, los colchoneros hablan de su «Décima», que viene siendo la gran frustración de los merengues en competición europea. Los móviles se han llenado de mensajes en los que el ingenio es colofón a lo inesperado. Nunca habría apostado por el Atlético porque consideraba al Real Madrid superior. Creer que lo sucedido es consecuencia de la armonía que reina en uno y el desconcierto moral del otro es tal vez análisis simplista. Pensar que la arenga de Diego Simeone tenía más fuerza moral que la de Mourinho, y que la del primero fue oída pasionalmente y la del segundo, con despego, quizá sea también elucubrar. La psicología en el mundo del fútbol es arcano y por ello sirve para un aserto y lo contrario.
La fe con que jugaron los rojiblancos la final de Copa del viernes no fue la misma que la de los merengues. La diferencia de calidad siempre puede combatirse si para ello se emplea más fortaleza física y mental que el contrario. El Madrid debió de creer que lo tenía fácil tras el gol de Cristiano Ronaldo y el Atlético de Simeone, esta vez, no bajó los brazos, no se sumió en la melancolía de los catorce años sin ganar, y logró lo que me pareció en los días previos que, de producirse, podríamos catalogarlo de milagro.
El Real Madrid es equipo desquiciado. La tensión creada por el entrenador portugués ha llevado a reacciones impropias de jugadores que con él sólo son presuntos campeones.
Posdata. Las declaraciones de Mourinho, incluso en las derrotas, son yo, yo, yo. No sabe ganar ni perder.
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