Nacionalismo
España no roba
Aunque los conductores del independentismo se envuelvan en esteladas y vendan una suerte de Arcadia feliz, la realidad es que existe un claro intento de borrar un régimen corrupto larvado durante 30 años de hegemonía de la antigua CiU. La refundación en las siglas PDeCAT no entierra las mordidas del 3%, las sedes embargadas, los casos como Pretoria o Palau entre otros de una larga lista de financiación ilegal o la condición de imputados de todos los miembros de la familia Pujol. Al contrario. Más bien evidencian que tuvieron la urgencia de ir al «choque de trenes» para tapar décadas de robo institucionalizado. A estas alturas de la película de enredo catalana, quedan pocas dudas al respecto de tal vínculo.
En esa línea, son sólo una muestra más de cinismo los alegatos de Joan Tardá, portavoz de ERC en el Congreso de los Diputados. Su «Adiós corrupción, bienvenida República», lanzado semanas atrás al presidente, Mariano Rajoy, resultó un intento de tirar de omertá, pero también motivo de vergüenza ajena. En la actual deriva, en todo Madrid, se suceden las cenas en las que nuevos dosieres sobre el tinte mafioso del soberanismo catalán centran las conversaciones. Frutas podridas que abochornan. No ha sido España quien ha robado a los catalanes, sino el nacionalismo que hoy busca desesperadamente guarecerse en la República de Cataluña.
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