Rosetta Forner

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La sociedad se explica y estructura en base a estadísticas: dentro de unos años, vamos a ser más viejos y más los que viven solos. Que el panorama que nos espera sea alentador o descorazonador dependerá de los activos emocionales de cada uno. Si habrá 5,6 millones menos de habitantes en los próximos 50 años y los mayores de 65 años serán casi el 40 por ciento de la población, tendremos que modificar no sólo nuestra mentalidad sino el cómo nos organizamos la vida. Habrá menos niños y más gente de 100 años. ¿Seguro? Puede. Más allá de la estadística fría, está la vida emocional de la gente: ¿cómo afectará esta realidad? Quizá ello suponga la oportunidad para que se vuelva a la universidad, pues los 65 serán los nuevos 45. Enamorarse ya no será cosa de jóvenes, y llegar a los cien será más habitual. Los productos y las campañas para «mayores» florecerán. El cumplir años ya no será un «trauma» sino una consecuencia con la que convivir. Yo apostaría por una redefinición social donde la gente acepte el vivir muchos años cuidando de su cuerpo y de sus emociones, e invente maneras variadas de procurarse dinero para tan largo viaje vital.