Francisco Nieva

Estigmatizados

Ahora me veo en la necesidad de romper una lanza en favor de los Hnos. Álvarez Quintero, estigmatizados por una izquierda radical por ofrecer una Andalucía optimista y feliz, ubérrima y poética, cantarina y bailarina, y no una región en franco retroceso y esclavizada por los grandes latifundios. La Andalucía de los señoritos, de las juergas cesarinas y el lamentoso flamenco, que lamenta su suerte perra.

¿No tiene derecho el artista a idealizar lo que sea, a inventarse un mundo ficticio y con leyes propias, basado en una realidad desfavorable, que la supera estéticamente? Poética idealización y salvamento de sus rasgos trágicos.

La Andalucía de los Quintero me parece redimida por la gracia, el donaire y la belleza plástica. Mansiones y jardines, agua en surtidores que cantan, la tierra de María Santísima. Un vergel habitado por seres felices y conformes, aureolada por el humor, un humor comparable al británico, del abate Sterne y su Tristram Shandy.

Fueron unos saineteros perfectos, que dominaron magistralmente el «Género Chico» y fueron la gala del Teatro Apolo y el teatro por horas. El famoso coliseo está en la base del nacionalismo musical español. Chapí, Caballero, Chueca y etc. Los Quintero jalonaron muchas de sus obras con la revelación del maestro José Serrano, de una rica imaginación melódica, rotunda y pegadiza, líricamente muy aceptable. Temas arabescos y aflamencados, como el «Copitas de plata quisiera tener», de «La reina mora». No hay mejor ejemplo, si viene al caso.

No solo fueron saineteros, sino profundos comediógrafos, en la línea chejoviana de realismo. Autores de obras tan profundas como «Los Galeotes», en la que brilla el castellano más decantado y puro. Dios sabe cómo, fueron traducidos al inglés y causaron sensación por su hiperbólica catadura: - «De tanto pensar en ella, me están saliendo callos en la frente. No se me olvida ni cuando me presentan un recibo».

Fueron maestros en el chiste dilatado y discursivo, como lo certifica esta muestra que sigue: -«A mí en una fiesta me tocó comer un cangrejo que me sentó mal, y enseguida dije, a ver, otro cangrejo, que también me sentó mal, y enseguida me dije, a ver, otro cangrejo. ¡ Y lo mismo! Hasta que vino un condenao cangrejo que me sentó bien».

Esto tiene su gracia en cualquier lengua que se traduzca:

-«¿Tú me has oído a mí cantar?

-Nunca.

-Pues me vas a comprar una jaula». Los Quintero fueron traducidos a muchos otros idiomas, y triunfaron por todas partes. Puccini trató de hacer una ópera basada en «El genio alegre», titulada «Anima allegra». Nunca la terminó y algunos de sus temas pasaron a formar parte de la ópera «Turandot». Inaudito.

Para mí, los Quintero son de una perfección técnica absolutamente magistral y cuya evocación me ha inspirado notablemente. En mi discurso de ingreso en la Academia me ocupé del Género Chico, de su estilo y movimientos estereotipados, como sucede con el teatro NO japonés. Y puse de ejemplo «El mal de amores», de los Quintero. Perfecto de forma y de originalísimo argumento para la época en que se dio. Una señora burguesa, una real moza, decide escaparse con el novio y se dan cita en una venta, a medio camino de Sevilla. Su espera está llena de incidentes graciosos y sorpresas verbales. -«Alguien viene por el camino. Pero no es una persona, es un fraile». Desfilan los tipos curiosos; un viejo tenorio que asedia a la misteriosa fugitiva, un estudiante y un quinto seducidos por su porte egregio, el ventero y su hija, caminantes y peregrinos, hasta una gitana presa por la Guardia Civil, obsequiada por el ventero. Una colección de estampas finamente coloreadas de humor. Más tarde, la llegué a poner en escena, con excelentes actores. Me sentí feliz dirigiendo aquella comedia costumbrista, como el que restaura una vieja pintura. Ese tipo de teatro merecería una conservación académica, una fijación decisiva y modélica, como en algunos teatros de Oriente, y sostenida, en este caso, por la gracia alada de los hermanos Álvarez Quintero, torpemente estigmatizados por una radical y obtusa ideología política, que ya cuenta con la aprobación de los esnobs oportunistas, incluso hora mismo, en plena crisis de valores.