Lucha contra ETA
ETA quiere cambiar la historia
Los etarras anhelan a la desesperada modificar el relato de los años del horror. Inventar un pasado y pintar un futuro limpio, como esas calles impolutas del País Vasco, bajo las que se asfaltaron los lamentos y oscuras negociaciones rubricadas con dolor y malas artes. Aplicarnos un chute de amnesia. La historia no puede cambiarse. Desgraciadamente. Pero según cómo se cuente parecerá distinta. A los que siempre estuvieron de perfil tal vez les reconforte lavar su mala conciencia, si es que la tienen. El miedo es libre y los malnacidos también. No puede permitirse. Sería escupir sobre las tumbas. Otegi y sus amistades, entre los que están socialistas españoles, los mismos ¿o eran otros? que pusieron cadáveres sobre la mesa, pretenden que baje el telón, cerrar la puerta y dejar aún más a oscuras a los difuntos y a los que cerraron las ventanas de sus casas y se convirtieron en sombras sin destino. ¿Quién se acuerda de los fallecidos en vida, de los exiliados, de los inocentes que se creyeron culpables por vivir en un lugar equivocado? Sólo hay que leer a Aramburu. Desde luego vivimos cosas que nos hielan la sangre. Se cumplió la profecía.
La palabra paz se antoja un insulto en boca de los asesinos y sus cómplices que juegan a eso que llaman posverdad que es la mentira de siempre. Que el resto les siga el juego para quitarse la caspa de los hombros no parece higiénico. Más bien es una guarrada. Resulta que quitarse el muerto de encima no es tan fácil. Requiere una lección moral que no todos están dispuestos a aprender. Quieren pasar de puntillas en lugar de pisar las brasas que se mantienen calientes desde el infierno. Como diría un cursi, correr un tupido velo. Que así este escrito por los abertzales es como el chiste del escorpión, está en su naturaleza. Que en esta procesión del Santo Entierro le acompañen demócratas es lo que se encasquilla en el pistoletazo de salida.
Y volvemos al relato, quiénes deben quedar de héroes y quiénes de verdugos sin medias tintas, porque no vale la equidistancia ni las apelaciones a la «política real» como si no hubiera otra. Cuanto más se sabe de lo que hará ETA el próximo sábado más aumenta la incomprensión hacia los que dicen comprender. Dicen que ni ellos saben cuántas armas abrigan en esos nichos de los muertos que les faltaron. Nos toman el pelo. O la chapuza es tan atroz como sus culpas. A la manera española de toda la vida. En el CIS el terrorismo ya es una nota a pie de página. ¿Quién quiere acordarse ahora de las pesadillas con lo bien que sabe la caña en el chiringuito de las vacaciones? Es mejor indignarse por el sálvame de la política que se retroalimenta cada día de rufianes y podemitas que se apuntan a un tiroteo y se preocupan más en defender a los que gastan bromas de mal gusto que en exigir la justicia hurtada a las víctimas.
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