Alfonso Merlos
Frenos y atropellos
De derrota en derrota hasta la victoria final. Ése parece ser el axioma que mueve en su delirante y ya larguísimo camino de espinas a Artur Mas y sus enloquecidos compañeros de aventura. Pero el destino de la hoja de ruta, en su última estación, está escrito: es el fracaso y la imposibilidad de iure y de facto de sacar adelante un involutivo plan de ruptura condenado a los ojos de cualquier compatriota sensato desde el minuto cero.
A horas de que el penúltimo mohicano del separatismo especifique el modo en el que va a convocar a sus sufridos conciudadanos a las urnas, los hechos son los que son. Incontestables. Esclarecedores. Cada tentativa de atropello a los españoles en general y a los catalanes en particular ha sido frenada por un pronunciamiento de los tribunales. Es lo que hay. En especial del Constitucional, como pone de relieve la información de hoy de LA RAZÓN.
Las tribus soberanistas no acatan la idea de que en este país hay un órgano al que corresponde la última interpretación de los preceptos constitucionales; y, por ende, señalar la extensión y los límites de los valores superiores que guían y sirven de marco a nuestra convivencia: la libertad, la igualdad, el pluralismo político, la unión. Todo aquello que nos ha hecho grandes como nación.
No. No tienen cabida en nuestro ordenamiento jurídico las consultas independentistas tal y como pretenden formularse ahora bajo el descacharrante ruido de los palanganeros de Ómnium Cultural o la Asamblea Nacional Catalana. No. No es de recibo que un dirigente regional derroche ingentes cantidades de dinero creando estructuras de Estado para preparar una eventual segregación. Y sí. Es justo y necesario que exista un árbitro que sancione al agresor y proteja al agredido señalizando cada una de las faltas que aquel comete. Así funcionan los sistemas de garantías. Son engranajes -las entienda o no el solitario líder de Convergència- instaladas en el mismísimo motor de la democracia. Los plazos se han apurado hasta el final y este emperador de la causa perdida de la secesión certificará hoy el cierre de una legislatura anómala, convulsa, instituida en un monumento a la antipolítica. Han sobrado banderas, provocaciones, algaradas. Han faltado ideas para solucionar los verdaderos problemas de esa Autonomía. La realidad -también la establecida por la Justicia- se ha impuesto y se impondrá al agit-prop. Como debe ser.
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