Luis Alejandre

Fronteras adelantadas

A través de los tiempos el concepto de defensa territorial ha ido evolucionando conforme avanzaban los medios y las técnicas empleadas. Las primitivas empalizadas, fuertes o castillos no tenían más alcance, más «brazo defensivo», que el que proporcionaban las flechas, los arcabuces o los morteros pedreros cuando apareció la pólvora. El alcance del cañón marcó todo un cambio radical que encontró su apogeo con el empleo del moderno acero y las técnicas de ánima rayada que proporcionaban alcances superiores a los 40 kilómetros. El sitio de Sebastopol en aquella Guerra de Crimea(1853-1856), que ahora recordamos , representa un ejemplo de los efectos devastadores que puede ocasionar en un sitio la artillería terrestre o naval. Luego, la Primera Guerra Mundial marcaría el cénit del uso de estas técnicas, que sobrepasó posteriormente la aviación en la Segunda Gran Guerra. Dos solas bombas atómicas lanzadas desde avión, causaron más efecto que el que podían conseguir veinte divisiones sobre las islas del Pacífico.

De la misma forma, el mundo actual, nos obliga a no ceñir la defensa de nuestros valores como sociedad en nuestros límites geográficos, en nuestras fronteras inmediatas. Para empezar, los Pirineos ya no constituyen nuestro límite político, que se ensancha, se abre, hacia Europa.

Pero hay otro mundo. Y si somos capaces de obtener «lecciones aprendidas» del trágico 11-M sabiendo quién era quién y dónde se tomaron decisiones, deberemos defendernos de ellos con uñas y dientes estén donde estén, alargando nuestro «brazo defensivo» mediante la cooperación internacional, los servicios de inteligencia, la diplomacia o la artillería si hace falta.

Si somos conscientes de que el terrorismo yihadista ha ido ganado terreno al sur del Magreb y se ha beneficiado de los desordenes colaterales causados por la Primavera Árabe en países como Libia y Egipto, no nos quedemos con los brazos cruzados. Las desestabilizaciones llegan a los países africanos y crean frustraciones entre su juventud que no tiene otras salidas que la de incorporarse a movimientos radicales o buscar otros horizontes de la mano de mafias que les canalizan para alcanzar Europa por mar –Lampedusa, Canarias, Malta– o por tierra como trágicamente vivimos en Ceuta y Melilla.

En África está en estos momentos la «marca»; en África se enmarca el principal esfuerzo, hoy, de nuestras Fuerzas Armadas. El primero, ya veterano, en el «cuerno» oriental –Somalia, Sudan–, donde se ha conseguido asegurar el tráfico marítimo internacional, vital para la subsistencia de muchos países del área. El segundo, en el centro del continente. Ya fue ágil España hace un año en apoyar desde el primer momento la iniciativa francesa de actuar en Mali. Hoy despliegan en este país, en el que aún restan algunos reductos de Al Qaeda en el norte, 560 soldados de 23 países. De ellos 114 son españoles desplegados en Bamako y Koulikoro. Es precisamente el teniente Coronel Vivas, destinado en el Cuartel General de la Misión Europea (EUTM Mali) el que nos ha recordado el concepto de frontera adelantada: «defendemos a España y a Europa desde aquí, intentando que los problemas no se exporten, evitando un posible efecto dominó en la zona». ¡Sabias reflexiones de un joven oficial! Él sabe que hay más de 24.000 malienses censados en España que bien pueden ser 30.000 si contamos a los sin censar. Él sabe de los enormes esfuerzos de nuestra embajada en Bamako para canalizar, conseguir contratos de trabajo. Pero también sabe que en el CETI de Ceuta la mayoría de sus inquilinos son precisamente de Mali , de Guinea Conakry y de Siria.

Y el despliegue inmediato de otro contingente en la República Centroafricana con 60 efectivos de Operaciones Especiales y 25 guardias civiles apunta en la misma dirección. A día de hoy, España despliega 759 efectivos en África. No descarten que deberán ser más.

Todos tenemos grabadas las imágenes de estos subsaharianos, de estas «cuerdas de sin papeles» que descienden del Gurugú dispuestos a enfrentarse a lo que sea, con tal de conseguir la incierta meta de llegar a Europa. Y no podemos mantenernos impasibles cuando incluso se habla de 80.000 seres humanos dispuestos a enfrentarse con esta realidad. Las medidas tomadas hasta ahora no son suficientes. Desde 2005 un programa auspiciado por la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) ha posibilitado que más de 4.000 subsaharianos se reincorporasen a sus países de origen, facilitándoles el retorno y, además, dándoles una cantidad cercana a los 500 dólares para «iniciar una nueva vida». ¡Pero hablamos de 400 personas por año (158 en lo que va de 2014) cuando nos hablan de 80.000! El problema está ahí. Enorme el esfuerzo de la Guardia Civil y la Policía. Más que positiva la común línea de frente coordinada con Marruecos, al que creo que debemos agradecer su apoyo. Complejas y desacertadas las reacciones de parte de nuestra sociedad que interpreta el problema en clave de política interna. Hoy es cuestión de unir, de esforzarnos. Y de adelantar necesariamente nuestras fronteras.