El canto del cuco

Sánchez, en el fango

Esta operación político-sentimental, sin precedentes, ¡y para nada!, obedece a una clara pulsión populista

Para este viaje no hacían falta alforjas. El presidente Sánchez, después de un retiro de cinco días, agobiado por los problemas judiciales de su mujer, ha decidido seguir en La Moncloa «con más fuerza si cabe». Dice que esto no es un punto y seguido, sino un punto y aparte. Se propone, por lo visto, regenerar la vida pública. Es natural que los españoles que no son de su cuerda desconfíen de sus nobles intenciones y sospechen que todo ha sido una maniobra política sucia para movilizar a sus seguidores de cara a las inminentes citas electorales. Visto el desenlace del psicodrama, en el que ha pretendido salvar el honor familiar y, de paso, regenerar la democracia, no es seguro que haya logrado ninguno de los dos objetivos. Ni van a cesar las averiguaciones judiciales, mediáticas y políticas sobre el comportamiento de Begoña Gómez, ni él ofrece, con su comportamiento, garantías de ejemplaridad, sino todo lo contrario. Los que decían que a Pedro Sánchez no se le arrancaría del poder ni con aguarrás llevaban razón. Todo queda en un leve desfallecimiento.

Esta operación político-sentimental, sin precedentes, ¡y para nada!, obedece a una clara pulsión populista. Todo se desarrolla fuera de los cauces de una democracia parlamentaria: desde la «Carta a la ciudadanía» a su solemne comparecencia para dar cuenta del resultado de su ardua reflexión. El presidente del Gobierno evita las Cortes, donde habita la soberanía nacional y ante las que todo gobernante demócrata debe rendir cuentas, y se dirige directamente a los ciudadanos sin intermediación. Ni siquiera se somete a las preguntas de la prensa. El Parlamento se transforma en una institución al servicio del Gobierno, en el que se desarrolla un espectáculo semanal poco edificante en el que el Gobierno y la oposición se insultan y se descalifican mutuamente. Bajo el mandato de Sánchez ha aumentado peligrosamente esa deriva populista y enfangada. Si estos días de retiro hubieran servido para abandonar ese fango que dice, serían de algún provecho.

Existe el temor fundado de que estamos, por el contrario, después de tan larga reflexión sentimental, ante un nuevo impulso populista y autocrático, en el que cualquier intervención judicial contra alguien de la tribu, cualquier crítica sensata de la prensa y cualquier dura discrepancia política se confundan con el fango y la ultraderecha. El paso inmediato es purgar el sistema judicial, amordazar a la prensa crítica e impedir por todos los medios la alternancia política. Esos son los verdaderos peligros que amenazan, después de escuchar a Pedro Sánchez, la convivencia democrática en España. Más fango.