Francisco Marhuenda

Ganar el futuro

No es fácil escribir sobre el futuro cuando tantos hogares están sumidos en la desesperación por culpa de la crisis económica más grave que ha vivido España desde la posguerra. A pesar de ello, lo que ni se puede ni se debe hacer es minimizar las buenas noticias, porque sería un error. La desesperación siempre es mayor cuando no hay esperanza. La realidad es que el ciclo ha cambiado. No hay que caer en la euforia, pero tampoco ignorar lo que muestran los indicadores o lo que expresan tanto los organismos internacionales como los nacionales. España saldrá de la crisis este trimestre y comenzará un proceso de crecimiento el próximo año cuando, a pesar de la prudencia responsable del Gobierno en sus perspectivas, podríamos situarnos entre el 1 y el 1,5 por ciento que, gracias a la reforma laboral y otras medidas adoptadas, significará también la creación de empleo que es la principal prioridad. Las medidas y las reformas han sido tan duras como imprescindibles, porque sin ellas estaríamos como Portugal, Grecia o Irlanda. España hubiera sido un país intervenido, sin capacidad de decisión y sumido en una crisis mayor de la que hemos vivido. Estaríamos en segunda o tercera división. El Gobierno ha tenido que eliminar las causas de años de desequilibrios muy graves, para establecer las bases de una economía más dinámica y flexible. No se puede cuestionar que existían unos problemas estructurales graves que se habían ignorado o aparcado gracias al fuerte crecimiento de los últimos años. A pesar de los augurios de algunos economistas y políticos, la realidad es que existía una buena base que, junto a las reformas, ha permitido salir de la crisis.

La economía ha ganado en competitividad, porque se ha reducido el endeudamiento del sector privado y se han ajustado el precio de la vivienda y los costes laborales. Las finanzas públicas son sostenibles tras hacerse el mayor esfuerzo fiscal del G-20, aunque hay importantes reformas pendientes en esa dirección que favorecerán el crecimiento y la competitividad. España necesitaba un mercado flexible y dinámico, facilitando la moderación salarial y la creación de empleo con bajos crecimientos del PIB a la vez que se eliminaban la dualidad y las rigideces del mercado laboral. Finalmente, se ha reformado el sector financiero con transparencia y rigor. Las necesidades de capital han afectado básicamente al 17 por ciento del sistema, ya que el resto era sólido y un 70 por ciento no lo ha necesitado. España ha recuperado la credibilidad internacional gracias a estas medidas.