Luis Alejandre

Giap

La noticia de su muerte no ha abierto telediarios ni ha sido portada de ningún medio occidental. Pero ha fallecido a los 102 años, Vo Nguyen Giap, el general que llenó parte importante de la historia del siglo XX, no sólo la de su país Vietnam, sino de todo el sudeste asiático y de parte importante de Occidente, especialmente de Francia y de Estados Unidos. Su carrera comienza con la ocupación japonesa de la Península Indochina durante la Segunda Guerra Mundial. Luchará contra Francia hasta la debacle de Dien Bien Phu en 1954 y por último con EEUU, la potencia que, intentando evitar el «efecto dominó» de expansión del comunismo por el sudeste asiático, también evacuaba Saigón un trágico y recordado 30 de abril de 1975.

Estudió Derecho, pero siempre se inclinó hacia la Historia, de la que fue profesor. De este tiempo procede su amistad con Ho Chi Minh, el verdadero ideólogo y padre de la independencia vietnamita, quien le encomendó en 1944 crear un Ejército de Liberación –el Vietminh– y le convirtió en su hombre de acción necesario, segunda cabeza visible del régimen que quería instaurar.

Admirador de Napoleón, aceptó por dos veces el reto de enfrentarse a potencias militarmente superiores, aun a costa del enorme sacrificio humano que representaba. El hecho de que su primera mujer muriese en una cárcel francesa influyó en el odio visceral que sentía por su antigua metrópoli. Giap, considerado uno de los mejores estrategas del siglo XX, se convirtió en el personaje mítico y heroico que necesitaba su país. Por supuesto no escapó a las purgas que forman parte del devenir comunista. En 1980 era destituido como ministro de Defensa y en 1991 expulsado del Partido Comunista.

Resumamos la historia. Acabada la Guerra Mundial, Francia volvería a su antiguo dominio de la mano de un hábil y bien bragado general Leclerc. Consciente de que «ni con 500.000 hombres conseguiremos el control del territorio», llegó a un acuerdo en 1946 por el que «se reconocía la República Democrática del Vietnam como Estado libre formando parte de la Federación Indochina y de la Unión Francesa». La metrópoli podía mantener un contingente de 15.000 hombres. Pero sus sucesores y los vaivenes de la IV República Francesa, en un claro ejercicio de insensatez y prepotencia, declararon que en Vietnam «no había un problema militar». Un incidente en el puerto de Haifong fue duramente reprimido por Francia que bombardeó Hanoi causando 6.000 muertos. Era el fin de la paz. Francia, con apoyos de los sucesivos gobiernos norteamericanos, luchó hasta la caída de Dien Bien Phu en 1954. El resumen de lo acaecido en aquel campo atrincherado entra de lleno en la leyenda. Giap lo describe en una de sus obras con maestría, consciente de lo que representaba aquella batalla que marcó el fin de una guerra.

Tras el ocaso francés, los acuerdos de Ginebra rompieron la Península Indochina en tres países –Laos, Camboya y Vietnam–, dividido este ultimo por el Paralelo 17 en otros dos, a la espera de unas elecciones libres programadas para 1956, que debían decidir sobre su integración o separación definitiva. Otra especie de Corea. A partir de allí se implicó EEUU., primero con asesores militares, después con estrategias de «respuesta flexible», del «seek and destroy» (buscar y destruir), hasta el «war of attrition» (guerra de destrucción y agotamiento) llegando a desplegar finalmente más de los 500.000 hombres que apuntaba Leclerc. Se equivocaron los norteamericanos de estrategia, en una guerra que nunca declararon y que se perdió en el corazón y en la mente de los norteamericanos y en la terca tenacidad de un pueblo que podía soportar indefinidamente un desgaste, el que no pudo soportar la sociedad norteamericana.

No pensemos que España haya estado alejada de estos acontecimientos. En la conquista de la entonces llamada Cochinchina del reino de Anman participó un contingente de 1.500 soldados procedentes de la Capitanía General de Filipinas. Desembarcaron en Touranne a finales de agosto de 1858 en el mismo lugar donde los americanos organizaron años más tarde su gran base aeronaval de Da Nang. Entraron con tropas francesas en Saigón en 1859 y firmaron el Tratado de Paz con Anman en 1862. En abril de 1863 regresaban a Manila, tras cinco años de luchas, en las que destaca la figura irrepetible del coronel Carlos Palanca.

Al mismo Saigón, y concretamente a Go Cong, regresará un grupo de 20 médicos militares españoles en 1966 formando parte de la coalición que lideraba EEUU. También permanecerán cinco años, como Palanca. Gironella y Luis María Anson nos dejaron testimonios entrañables de aquella presencia

Giap ha dejado unas completas «memorias de guerra» que espero sean analizadas por las nuevas generaciones de oficiales. Podrán juzgarse muchos aspectos de su vida. Pero no reconocer su legado sería hoy otra prueba de prepotencia e insensatez.