Rosetta Forner
Hadas madrinas
Las abuelas, liberadas de la incertidumbre que conlleva la maternidad y consolidadas en la responsabilidad y la certeza de la experiencia, son una bendición para los nietos –una suerte de hada madrina–, y un «recurso» o incluso «la salvación» para muchos padres –quien no tiene a los abuelos cerca los echa mucho de menos y en varios sentidos–.
La frase «el camino del infierno está pavimentado de buenas intenciones» puede aplicarse a esos funcionarios que, en nombre de la edad, les niegan a María Vicenta (61 años) y a Julia (68 años), la custodia de su nieta. La edad es un factor relativo: según la publicidad, los 60 son los nuevos 50. Empero, para la Generalitat valenciana, alguien de 60 años es mayor para ciertas cosas. ¿Será que los que trabajan en cosas oficiales no son personas sino robots sin corazón humano, al menos mientras están en su puesto de trabajo? Al parecer, las cosas humanas les son ajenas. Al contrario de lo que dijo el sabio («Homo sum; humani nihil a me alienum puto». «Soy un hombre; nada de lo humano me es ajeno»). ¿De verdad, a los servicios sociales les importa el bienestar de la pequeña? Si es así, ¿por qué no la dejan con sus dos abuelas que la quieren tener con ellas y están más que dispuestas a amarla, cuidarla, protegerla? ¿cómo pretenden darla en adopción teniendo familia como tiene que quiere responsabilizarse de ella? ¿no han pensado en esa niña cuando sea mayor y en cómo se sentirá cuando sepa que una «cosa oficial» le negó el poder recibir el cariño de sus dos abuelas y la vivencia de tener abuela?
Les invito a reflexionar, si es que les queda algo de humanidad en un rinconcito de su corazón físico: ¿cómo se sentirían y qué pensarían de ser María Vicenta, Julia o esa niña? Menos normas y más humanidad. El amor lo cura todo. Y, esa medicina, a la niña, sólo se la pueden dar sus abuelas.
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