Lucas Haurie

Hambre imparable

Hambre imparable
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Uno se imagina mal a Susana Díaz ataviada de negro estricto, como las damas de San Vicente de Paúl que servían la sopa boba a Frank McCourt durante sus duros años de niño paupérrimo en Limerick. Así, pero por lo laico, quiere verse la consejera de Presidencia casi un siglo después y es pertinente preguntarse si, tras treinta años de gobierno omnímodo, acierta el PSOE andaluz al presumir de rescatar para los escolares la cartilla de racionamiento. O se tratará, a lo peor, de un nuevo alarde igualitarista y contemplan usar los impuestos que con dolor tributa el mileurista para costear la merienda de los nietos de Diego Valderas, propietario múltiple de inmuebles y latiasalariado desde hace dos décadas. Durante la «segunda modernización», se repartieron portátiles a mansalva en los colegios pero la crisis ha rebajado la dádiva a medio bollo con aceite. En efecto, era atinado el lema juntero y Andalucía avanza imparable, sí, pero hacia el abismo. Porque la realidad es que la administración esquilma de tal forma al ciudadano, que a muchos no les llega la renta disponible ni para alimentar a sus hijos como es debido. Éstos son los mismos mamertos que se ufanaban por haberse desviado ¡¡sólo!! setecientos millones en la previsión de déficit, un dineral que trabajando en el circuito privado generaría miles de puestos de trabajo e impediría el escarnio de tener que atender a los menesterosos con una oprobiosa caridad a medio camino entre las monjas clarisas y los pioneros de la revolución cubana. Pero no quieren ver la relación entre el despilfarro público y la ruina social.