Caso ERE
Honradez y generosidad
Cinco años después, el magistrado Álvaro Marín ha decidido el procesamiento de Manuel Chaves, José Antonio Griñán y otros 24 ex altos cargos del Gobierno andaluz. No ha habido sorpresas. Es el cuarto juez que coincide en reconocer los delitos tras la maltratada Mercedes Alaya –que los señaló en 2012–; Alberto Jorge Barreiro –desde el Supremo–; María Núñez –cuando la causa volvió a Sevilla–, y ahora el juez Marín, encargado de la pieza clave de la macrocausa.
Junto a los ex presidentes se sentarán también en el banquillo seis de sus consejeros: Gaspar Zarrías, Magdalena Álvarez, José Antonio Viera, Antonio Fernández, Francisco Vallejo y Carmen Martínez Aguayo; cinco viceconsejeros, dos secretarios generales, cuatro directores generales y seis cargos más de la administración andaluza, entre ellos el ex interventor general, Manuel Gómez, y el jefe de los servicios jurídicos, Francisco del Río. 17 en total: una tropa. Se les acusa de conocer que se otorgaban «ayudas de manera arbitraria, sin procedimiento, e incumpliendo las garantías y fines propios de las ayudas y subvenciones a las que se destinaban aquellas partidas, y no hicieron nada para evitarlo». También dice el auto que Javier Guerrero, director general de Trabajo repartía las subvenciones «con discrecionalidad o arbitrariedad, sin justificar los motivos de la concesión, sin controlar el destino de los fondos concedidos».
Pero lo que el juez Marín acaba de cerrar, aunque sea pieza clave, es solo el comienzo, el aperitivo de otra macrocausa que incluye a casi 300 políticos y técnicos imputados por las ayudas –más de doscientas– que el Gobierno andaluz concedió desde 2001. Lo sabían todos y todo.
Pero esta basura parece que no es nada para algunos, y la noticia ayer era que Chaves y Griñán se habían dado de baja en el PSOE de manera «voluntaria y temporal». Es más, el PSOE andaluz –eso sí que es una casta– recordó que ninguno de los investigados debía haber renunciado a la militancia hasta la apertura de juicio oral, lo que los llevó a calificar de «generosa» su decisión al evitar la utilización política de su militancia durante la campaña electoral. ¡Hace falta estar ciegos!
Claro que, si eso decía el PSOE andaluz, desde Madrid tampoco se quedaban mancos. César Luena, lumbrera de Logroño y secretario de Organización del PSOE, se permitió agradecer a los dos ex presidentes su «ejemplo, honradez y generosidad»; y Antonio Hernando, portavoz del Grupo Socialista en el Congreso, aseguraba que no se habían llevado «ni un euro ni un céntimo», ¡como si fuera de eso de lo que se los acusa!
Ayer fue un día duro para el PSOE. Y lo fue porque Chaves no sólo fue presidente andaluz, sino también presidente del partido y, sólo cuando las cosas empezaron a apestar, Zapatero lo sacó de allí y lo nombró vicepresidente de su Gobierno. Y Pedro Sánchez, la misma noche del martes, dijo en una entrevista televisiva –ya es mala información– aquello de que en los ERE «ya se habían asumido responsabilidades políticas». Hace falta no enterarse de nada. Pero ayer hubo de todo. Incluso algunos quisieron colgarse una medalla. Albert Rivera, por ejemplo, recordó que Chávez los llamó chantajistas por pedir su marcha. Y era verdad, pero el líder de Ciudadanos calló su apoyo actual a los herederos de aquella trama. ¡Qué papelón imposible de explicar! Quizá el más acertado fue Alberto Garzón, líder de la extinta Izquierda Unida, que hizo un buen resumen del suceso: «Eran un puñado de chorizos –no tan puñado, diría yo– bien organizados, que han generado una trama para beneficio de sus amiguetes». ¡Vaya tropa!
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