César Lumbreras
Independencia real
Primero fue la contratación en el exterior de consultoras diversas para que llevasen el asunto del «procés» y la independencia en los medios de comunicación y ante instituciones diversas y gobiernos. El segundo paso consistía, consiste, en la internacionalización del asunto. El tercero, la petición y consecución de una mediación internacional, que lograse poner en un plano de igualdad ante la opinión pública a Cataluña y a España y a sus respectivos gobiernos. En el primer punto, Puigdemont y compañía ganaron por goleada en lo que respecta a los medios y han fracasado en la vertiente institucional. En la internacionalización han conseguido algunos éxitos, pero no tantos como ellos esperaban y, por último, lo de la mediación de fuera parece que de momento no cuela. En Bruselas lo han tenido claro siempre, aunque ha habido que explicarlo en algunos casos: tanto desde la Comisión como en el Consejo de Ministros han dicho por activa y por pasiva que se debía respetar la Constitución y la legalidad vigente. En el Parlamento Europeo, su presidente y los grupos mayoritarios también se han posicionado de forma rotunda; no obstante, existía el riesgo de que en la reunión plenaria celebrada esta semana hubiese salido adelante alguna iniciativa a favor de la independencia de Cataluña. No fue así y el miércoles las cosas quedaron claras tras las intervenciones del vicepresidente de la Comisión, Timmermans, y de los líderes de los principales grupos. En las capitales más importantes, como Berlín, París o Roma, tampoco tienen dudas y han advertido que no se debe jugar con fuego. Vistas así las cosas no parece que Cataluña pueda conseguir una independencia real, porque si no te reconocen como independiente, pues no lo eres. Hasta Artur Mas ha tenido que admitirlo, por lo menos en este momento. La única sombra viene de Moscú: Putin habló de referéndum, no de referéndum ilegal, durante el acto de presentación de cartas credenciales del nuevo embajador español. Un matiz más que significativo, que me lleva a plantearme una pregunta inquietante: ¿está Rusia enredando en la trastienda? Dejo la respuesta a la sagacidad del lector.
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