José Luis Alvite
Intelectuales del sexo
No puede decirse que a los 13 años alguien sea maduro para mantener relaciones sexuales en plano de igualdad emocional con quien podría multiplicar varias veces su edad, del mismo modo que se es inmaduro para apostar en el hipódromo o para regentar un «night club». A Manuel Delgado le he escuchado en la radio razonamientos pintorescos en defensa de la sexualidad libre de quienes son todavía niños. Vino a decir que la inocencia infantil es un tópico y que a una edad muy temprana el desarrollo fisiológico avala la naturalidad de las relaciones sexuales. Por su razonamiento podría pensarse que el profesor Delgado está lejos de madurar, puesto que si la fertilidad avala la libertad sexual de las niñas, habrá que aceptar que la capacidad de puntería faculta automáticamente a los críos para la tenencia y uso de armas de fuego. Pero al margen de que su reflexión resulte pintoresca, lo inquietante es la pasmosa facilidad de algunos «intelectuales» para desmarcarse de la opinión pública por la simple y absurda necesidad de no ser uno de tantos, siempre temerosos de que sus ideas puedan resultarle sensatas a la portera del edifico en el que viven. Es como si un dálmata se avergonzase de ladrar comos los otros perros e hiciese lo posible para balar como una oveja o maullar como un gato. Me pregunto qué clase de complejos determinan que alguien como el profesor Delgado evite a toda costa cualquier opinión coincidente con la de la mayoría. ¿Será que prefieren parecer idiotas antes que resultar sensatos? A simple vista da la impresión de que si el profesor Delgado fuese un pez, evitaría el agua y preferiría ser un polvoriento lenguado de secano. Por mi parte vivo al margen de esa clase de erudito distante, prejuicioso y soberbio, enfermo de originalidad. Yo, como no soy un intelectual, en el cuerpo de una niña de 13 años aún veo puesto el vestido de su última muñeca.
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