Restringido
Inversiones productivas
Se habla muchas veces de crear empleo y planes industriales y muy pocas del impacto desincentivador de las amenazas pre-electorales.
Las elecciones de Cataluña han sido un claro ejemplo del efecto «divisor» –como contrapartida a «multiplicador»– de los mensajes rupturistas. 700 empresas han abandonado Cataluña en lo que va de año y unas 3.839 desde diciembre de 2010. La inversión financiera directa es un motor esencial para nuestra recuperación. No tenerla en cuenta en los mensajes políticos es mucho más que peligroso. Es irresponsable.
Entre 2014 y 2015 España ha visto un aumento muy relevante de la inversión financiera directa. El aumento de las inversiones productivas en 2014 fue del 9,8%, ascendiendo a 17.626 millones de euros, y en 2015 se estima que la cifra volverá a crecer si los nubarrones de los mensajes rupturistas y las soluciones mágicas no lo impiden.
De hecho llevamos ya dos años con cifras superiores a la media histórica de 16.914 millones de euros. La importancia de la inversión productiva no se nos debe escapar. Es el motor de estabilidad y creación de empleo de calidad y a largo plazo.
Sin embargo me preocupa que la mayoría de los partidos ignoren esta realidad a la hora de presentar sus programas. Navegando por los mensajes y promesas, se ve mucho gasto, mucha «redistribución», mucha patada hacia delante y muy poco interés por hacer de nuestro país un referente global para atraer capital e inversiones.
El patrón de crecimiento no va a cambiar tirando de deuda o porque lo decida un comité. Vendrá cuando los inversores de todo el mundo perciban que España es una oportunidad para crear riqueza y empleo. No nos debemos conformar con una inversión a corto plazo o financiera, sino que debemos presentar nuestra mejor cara a la hora de asentar en nuestro país sectores de alto valor añadido. Que la balanza tecnológica, la diferencia entre exportaciones e importaciones, se haya reducido a casi la mitad es una gran noticia, pero hay que hacer más.
Y un obetivo esencial debe ser que los políticos no espanten la inversión con sus amenazas. No solamente empaña la convivencia, sino que tiene un impacto económico tangible. Entre un 1% y un 1,5% del PIB se puede llegar a perder por percepción de riesgo político. No es una cifra irrelevante en un país que empieza a salir de la crisis.
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