Restringido

Investigación y educación

Mi hijo James me envió unos artículos de la revista «The Economist» del 19 de octubre de 2013 que creo no se han comentado en los medios de comunicación, pese a su trascendencia. En ellos se analiza en detalle la preocupante publicación de resultados falsos y los problemas de la investigación científica. No es que sean un ataque contra la ciencia, todo lo contrario; lo que sucede es que hay indicaciones claras, por ejemplo, que en biotecnología la mitad de las publicaciones de la investigación publicada no se pueden reproducir. Como ejemplo, «The Economist» dice que Bayer sólo pudo reproducir los resultados de la cuarta parte de 67 trabajos muy importantes. Resalta que durante la década del 2000 al 2010, aproximadamente 80.000 pacientes formaron parte en ensayos clínicos de cuyos resultados se tuvieron que retractar los investigadores.

Los autores de estos artículos resaltan el gran cambio tras la Segunda Guerra Mundial, cuando el número de personas que se dedicaban a la investigación científica era del orden de pocos cientos de miles, mientras que ahora hay de 6 a 7 millones de investigadores científicos.

En los 50-60 se investigaba en general individualmente y los grupos científicos eran muy pequeños; cuando yo trabajaba con el profesor Ochoa, sólo tenía además de Arthur Kornberg, a un estudiante graduado Melher, y un técnico, Morton Schneider; nunca tuvo más de unas 7-8 personas en su grupo.

Creo que una de las razones del problema actual está en el gran número de publicaciones no confirmadas para la obtención de fondos, cada vez más difícil, y en la que rivalizan grandes grupos de investigación, y estos grandes grupos son parte principal de la cuestión. Muchas veces el jefe de grupo se ha tenido que retractar por desconocer directamente la labor de alguien de su laboratorio.

Por otro lado, las compañías comerciales, en los 60, eran casi inexistentes, frecuentemente el investigador tenía que preparar sus propios reactivos y hasta limpiar su material de laboratorio. Aunque creo que ya lo he comentado, quiero recordar a Dan Broida, que consultó, hace muchos años, a Arthur Kornberg su idea de hacer una compañía para crear productos bioquímicos, a lo que Kornberg le dijo que le parecía mala idea ya que él en un solo día podía obtener suficiente ATP de un conejo para un largo tiempo. Afortunadamente Broida no le hizo caso y fundó la compañía Sigma. Si hoy Sigma cerrase, muchos laboratorios tendrían que parar.

Mientras corregía este artículo, leo en LA RAZÓN un nuevo escándalo acaecido en Japón. Su título, «Los farsantes de la ciencia», ya da idea de cómo algunos investigadores, como esta joven japonesa, aprovechan los fallos de un sistema que, como indica en una entrevista el Premio Rey Jaime I de Protección de Medio Ambiente Dr. Baldasano, es válido pero no perfecto para publicar resultados falsos.

Mientras tanto, aunque no había casi investigación, en España se creyó que un título universitario era la mejor forma de obtener un trabajo bien remunerado y reconocimiento social. Pero cuando la oferta de titulados supera con creces la demanda, se producen dificultades para encontrar salida profesional y los licenciados huyen al extranjero.

Todo ello viene a cuento por la preocupación respecto al número y calidad de las universidades en general y más en concreto, de las facultades de Medicina.

Los medios de comunicación han alertado de que tenemos en España, al parecer, el mayor ratio escuelas de Medicina/habitante del mundo. Como ha puesto de relieve el Foro de la Profesión Médica, se ha pasado de 28 a 40 facultades, y se ha duplicado el número de alumnos. Todo ello, mientras el sistema público de salud está disminuyendo la oferta de nuevas plazas en el sistema MIR cada año. Por ello se habla ya del grave problema que resultará del exceso de médicos que no podrán realizar una especialidad e incorporarse a la Sanidad pública española. En lo que se refiere a la educación, lo que debe preocupar es: 1- El incremento del número de universidades. Así, de las aproximadamente diezcuando yo me gradué, hoy hay unas 80. 2- El número de materias ofertadas ha aumentado, a pesar de que no hay en algunas suficientes estudiantes. 3- La falta de especialización. Las universidades no pueden ser excelentes en todos los campos. Por razones históricas, hay universidades donde se concentran prestigiosos lingüistas o humanistas; otras con magníficos químicos o ingenieros, y otras, en las que destacan las ciencias médicas. Parece que somos muchos los que consideramos que este creciente número de universidades, de sus titulaciones y, muy especialmente, de facultades de Medicina, puede provocar la pérdida de calidad, a pesar de que yo crea personalmente en la autonomía real universitaria sin control siquiera de un ministerio, tal y como sucede en Estados Unidos.

En Estados Unidos ya sufrieron esa fiebre de creación de facultades de Medicina. La consecuencia fue que aquellas «escuelas» de Medicina daban tan escasa preparación, que, cuando se realizó el primer control de calidad, a principios del siglo XX, se cerraron casi el 70% de las mismas. Para cuando yo llegué a EE UU en 1945, muchas facultades de medicina se encontraban entre las mejores del mundo.

Hacia el año 1968, el Dr. E. Gray Dimond, se dedicó a planear una nueva forma de docencia de la Medicina y como consecuencia aceptó en 1971 la Dirección de la nueva Facultad de Medicina, parte de la Universidad de Missouri-Kansas City, quitando la «necesidad» del «College Americano» pero insistiendo en un principio clave: El estudiante debe ver y tocar un paciente desde el primer día. Es más que imperativo que los estudiantes, desde el principio, vean a enfermos, porque las ciencias básicas al principio no motivan a los jóvenes estudiantes.

En resumen, la investigación, y también la enseñanza universitaria, debe ser excelente y hacerse traslacional.