José María Marco
Jóvenes
Los jóvenes tienen fama de mantener posiciones radicales y algo extremistas, sin duda porque son generosos, idealistas, y se muestran más curiosos y abiertos que lo que alcanzarán a ser unos años más tarde. Una cosa no lleva siempre a la otra, sin embargo, y la curiosidad, la tolerancia, la generosidad y el idealismo no tienen por qué conducir a actitudes radicales. De hecho, las ofertas políticas situadas en los extremos suelen ser apoyadas por personas bien entradas en la edad adulta, que se sienten frustradas y por tanto poco representadas en otras plataformas.
Una de las características propias de los jóvenes de hoy en día es que las virtudes juveniles van acompañadas –aunque no atenuadas: la vida es paradójica– de una dosis notable de escepticismo. Esto se resuelve a veces en nihilismo, que es lo que suele estar en la base del radicalismo, pero sobre todo en un cierto descreimiento que lleva a la gente joven a no prestar demasiada confianza a propuestas políticas que no vayan plasmadas en realidades concretas, en hechos cuantificables. Los jóvenes hacen un esfuerzo extra, a veces muy grande, por no ilusionarse con las grandes ideas.
Los jóvenes, globalizados desde el principio, se han dado cuenta que están camino de ser los grandes perdedores de la crisis... y de la postcrisis. Se han hecho reformas, sin duda, y algunas muy importantes, como las que han empezado a cambiar el mercado laboral: son las que están permitiendo la reducción del paro. Aun así, es imprescindible profundizarlas para modernizar nuestro país. Y también es necesario plantear otras muchas como un horizonte, como el resultado de un debate, vivo en la sociedad, que conduzca a cambios reales en la educación, en la flexibilización de la vida laboral y académica, en la liberalización de los servicios, en la administración. Es eso lo que permitirá a los jóvenes salir del agujero de empleos precarios, mal pagados y por debajo de las expectativas suscitadas por la misma sociedad que ahora se las niega. Grupos como la recién creada Floridablanca o los más veteranos Politikon o Desde el Exilio dan testimonio de esta seriedad, de esta templanza, de esta voluntad de compromiso alejada de cualquier demagogia de pancarta y consigna. El carácter, las ganas, las grandes virtudes juveniles están ahí, intactas, como recién creadas, una vez más. Les toca a los grandes partidos políticos tomarse en serio a la gente joven y proporcionarle un horizonte, un sentido que haga posible superar la desconfianza y el escepticismo.
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