Enrique López
Juezas y jueces
Desterrada la vieja discusión del adecuado término jueza, expresión de la enriquecedora y por otro lado natural presencia de la mujer en la carrera judicial, al igual que ocurre con otras profesiones y empleos, hoy nos adentramos en el cuestionamiento del masculino inclusivo, recientemente desterrado por una asociación profesional de jueces. La discusión sobre si es más correcto el termino «la juez» o «jueza» hoy en día está superada y se usa de forma indistinta, de tal suerte que nuestro Diccionario de la Real Academia admite tanto juez como jueza y considera también adecuado el término juez como inclusivo de ambos géneros. Esta cuestión gramatical está más que superada por la realidad, de tal suerte que en España hay tantas juezas como jueces, arrumbando el pasado histórico en el que injustamente les estaba vedada el ejercicio de esta profesión a las mujeres, lo cual podemos predicar de otras profesiones o cargos como alcaldesa o diputada. Ahora bien, a renglón seguido surge otra polémica gramatical, tal cual es el uso de ambos géneros para representar al todo, y así se defiende que deben ser utilizados ambos y no solo el masculino para significar a todo el colectivo, algo que no ocurre cuando el concepto tiene terminación en «a», como por ejemplo el de anestesista o dentista, bajo cuyo paraguas semántico los varones se sienten representados. Quienes defienden el uso de ambos géneros arguyen que el género masculino es excluyente, algo que tradicionalmente nunca ha sido considerado, y así, cuando decimos que los niños juegan en el recreo, nos referimos a ambos sexos y cuando decimos que las niñas juegan en el recreo no referimos solo a las mujeres, de tal suerte que el masculino es usado como género inclusivo y el femenino exclusivo. Así en gramática se habla de género marcado (femenino) y género no marcado (masculino). Por ello, desde un punto de vista práctico y sobre todo gramatical no resulta necesario recurrir al desdoblamiento que hoy tanto se usa, y del que se puede citar como ejemplo el cambio de la denominación de la asociación profesional de jueces a la que me he referido. Ahora bien, no se puede soslayar que detrás de esto no encontramos reglas ni argumentos gramaticales, sino criterios ideológicos marcados por la ideología de género, la cual me merece el mayor de los respetos, y por ello ninguna objeción debe ponerse al uso desdoblado de géneros, mas allá de la redundancia y la farragosidad con la que se tintan los discursos, especialmente los políticos. Mas igual respeto nos merecemos los que usamos el masculino inclusivo, de tal suerte que en absoluto supone ni puede suponer atisbo alguno de rancio machismo, ni urticaria a la igualdad entre personas sin que quepa discriminación alguna, entre otras, por razón de sexo. Muestro mi más absoluto rechazo al hecho de que, por no utilizar el desdoblamiento de géneros, automáticamente te coloquen en una determinada ideología en lo que a la igualdad de género se refiere. El carácter taumatúrgico que algunos pretenden del lenguaje es fútil, de tal suerte que la educación y respeto se demuestran con hechos y comportamientos, y no solo con palabras.
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