Alfonso Ussía
La actualidad
El columnista de Opinión está obligado a ceñirse a la actualidad. Sucede que la actualidad en España es una grosería. Escribir de la actualidad política, social, y económica de nuestra nación es como si acudes ilusionado a una fiesta rebosada de mujeres guapísimas y te obligan a bailar toda la noche con la más fea. No sólo fea, sino también tonta, antipática, vulgar y basta. La supervivencia del escritor de periódicos está garantizada si éste falta al respeto de la actualidad y se dedica a escribir de otras cosas. Siempre recurro al ejemplo de González-Ruano. Era por febrero cuando don César dedicó su artículo de ABC a los almendros en flor. Luis Calvo, Director del periódico, lo amonestó: -Ruano, ¿qué importa a nuestros lectores que hayan florecido los almendros?-; - mucho, Director. ¿Te figuras lo que sería del mundo si un año no florecieran los almendros, ni en mayo nacieran las amapolas, ni en noviembre se deshojaran los hayedos?-; Luis Calvo autorizó el artículo y constituyó uno de los éxitos más rontundos del dandy del «Teide», que presumía de ser hijo de Alfonso XIII, y fue el último bohemio que solicitó en bares, tabernas y cafeterías «recado para escribir».
Pero de cuando en cuando, la actualidad plantea jeroglíficos y enigmas que hay que resolver. Me cuentan que en los últimos días se han convocado manifestaciones contra la «Ley Wert» y que los piquetes amenazadores han impedido a muchos estudiantes y profesores acceder a las aulas y ejercer su derecho a estudiar y enseñar. Por ahora, nada sorprendente. Y me aseguran mis fuentes que el argumento más fundamentado y sostenido que han utilizado los huelguistas, piqueteros y manifestantes contra la Lomce, ha sido la bandera republicana. Ese detalle me llama la atención. Ver a jóvenes protestando contra una ley que no se han leído con banderas de una época que afortunadamente para ellos no vivieron, merece como poco, una noche de baile con la fea. Es decir, volver a la actualidad para sospechar, en el caso de que se permita la sospecha, que la huelga de la Enseñanza y las manifestaciones consiguientes responden más a la política sectaria de las izquierdas radicales que a la protesta por una ley de Educación que muy pocos de los huelguistas y manifestantes han leído. El recurso de «los recortes» empieza a cansar por su escasa originalidad. -¿Por qué se manifiesta usted?-; -por los recortes-. –Y ¿qué tienen que ver las banderas roja y republicana con los recortes?-; no respondo a preguntas fascistas-.
No lo pueden remediar. Irrita y conmueve la fealdad de esas manifestaciones, tan airadas y escasamente corteses. Nada tiene que ver mi opinión con el elitismo, y sí mucho con la higiene personal. Acudir a una manifestación no es divertido. En mi juventud hice bulto en más de una muchedumbre porque se terminaba ligando. Es sencillo ligar en una manifestación. La emoción contagiada une y atrae con facilidad asombrosa. Ella grita «¡No a los recortes!», y él responde «¡Viva Palestina libre!», y el catre está asegurado, siempre que el vítor vaya acompañado de la bufanda palestina al cuello, nada aconsejable en la estética.
Y retorno a la huida de la actualidad. Ha llovido con ganas y persistencia, y los campos han saciado la sed agobiante de sus pieles agostadas. Las dehesas han recuperado sus verdes enfrentados y vivos. En las sierras se oye con fuerza la berrea, el canto de amor y celo de los venados. También es actualidad lo que escribo, pero en esta ocasión estoy bailando con la más guapa de la fiesta.
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