César Vidal
La defensa de la democracia
Hace unos días, disfruté del inmerecido honor de pronunciar la primera ponencia del Foro de promoción democrática continental celebrado en la ciudad de Miami. Insisto en la carencia de méritos porque también, entre otros, fueron tomando la palabra Ofelia Acevedo, la viuda del disidente cubano Oswaldo Payá; el antiguo ministro de Bolivia, Carlos Sánchez Berzaín; Guillermo Lousteau, uno de los más inteligentes defensores de la democracia en Hispanoamérica que yo conozco; Gisela Parra, magistrada bajo orden de busca y captura del Gobierno chavista de Venezuela por el delito de pedir una justicia independiente o Julio Shiling, extraordinario y competentísimo organizador del evento. Aunque la causa mediata para esa ceremonia de defensa de la democracia fue la vileza increíble de que la segunda asamblea de la CELAC se reuniera en La Habana con el respaldo expreso de Insulza, el actual factótum de la OEA, el Foro fue, fundamentalmente, un acto de reafirmación de valores positivos. Frente a los denominados «socialismos del siglo XXI» que están garantizando la miseria liberticida en distintas naciones hispanoamericanas, el Foro se atrevió a recordar que la democracia cuando se cubre con apellidos es porque no es democracia; que la libertad perdida por otros es una merma de nuestra propia libertad y que la complacencia o pasividad frente al totalitarismo podemos pagarlas muy caras. A día de hoy, Nicaragua, Venezuela, Ecuador, Bolivia y, de manera creciente, Argentina son tubos de ensayo de dictaduras a las que se ha etiquetado con el membrete de «socialismo del siglo XXI». Hay quien prefiere hablar de castro-comunismo porque las violaciones de derechos humanos, los pucherazos electorales, las manifestaciones de violencia que sufren los ciudadanos de estos países cuentan con la ayuda directa de agentes cubanos que demuestran ser mucho más inteligentes y sutiles de lo que eran antes de la caída del Muro de Berlín. Pocos parecen estar actuando de una manera que pueda considerarse a la altura de las circunstancias. Señalado queda como la OEA está buscando un entendimiento con estas dictaduras incluso a costa de legitimar su brutalidad. Para España – hiciera lo que hiciera patanescamente ZP– es la peor de las noticias. Si este socialismo del siglo XXI se extiende por el subcontinente, no existirá la menor protección para empresas, inversiones y ciudadanos españoles en esa zona del mundo. No es, precisamente, lo ideal para nuestra nación aunque pueda entusiasmar a sujetos como Gordillo o Cayo Lara. Una razón más para defender la democracia frente a estos nuevos avances de la barbarie.
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