Cristina López Schlichting
La falsa regla
Hay mujeres tan avergonzadas por perder la regla que siguen usando compresas y las tiñen con mercromina para hacer creer a sus compañeros que están en edad fértil. Son triquiñuelas, como la del hombre maduro que lleva del brazo a una chica de 20 para parecer joven. La vejez es inexorable y la naturaleza ha planeado cuidadosamente los plazos. Creíamos que la menopausia no servía para nada y hasta en eso ha acertado la vida. En tanto que muchos animales nacen completamente desarrollados, a veces preparados para la independencia, el hombre es alumbrado en estado casi fetal, si se me permite la expresión. Precisa largos años para crecer física y espiritualmente bajo la sombra de los padres, que han de estar fuertes para la tarea. El climaterio garantiza este período. En la naturaleza la madre humana no será nunca más de 45 años mayor que el hijo, por término medio. Y, aunque tenga muchos embarazos, dejará de tenerlos a esa edad y podrá dedicar todas sus energías a sacar adelante a una prole que puede necesitarla hasta los 20 años, cuando ella alcance los 65. Como las generaciones tienden a emparejarse, la misma regla tiende a afectar a los varones. Parece sensata la medida (pedida por las asociaciones de padres) de un límite de edad en los padres de adopción. Me parece egoísta la decisión de ciertas madres (recuerdo casos en Italia) que activan artificialmente sus úteros y se hacen fecundar con óvulos inseminados para tener hijos con 60 años. Son mujeres que se desentienden de la educación de un adolescente que tendrá 15 años cuando ellas alcancen los 75. Uno no tiene derecho a alfombrar sus últimos años con niños, porque los críos no son adornos ni mascotas.
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