Restringido

La fiscal

La Razón
La RazónLa Razón

Quien todavía estime que todo hermoseará cuando gobiernen las mujeres, porque sí, por ser mujer, debería estudiar la decisión que ha tomado Loretta Lynch, Fiscal General de EE UU y ojito derecho del presidente Obama. Resulta que acaba de desbloquear el «Equitable sharing program». Permite a las agencias de policía local requisar el dinero de un ciudadano sospechoso de haber cometido una infracción civil para añadirlo al presupuesto de sus comisarías. Los agentes no necesitan presentar cargos y, dado que el costo de recurrir supera muchas veces el valor de los bienes perdidos, la gente, por regla general, se resigna y olvida. Cómo no sospechar cuando hablamos de unos departamentos de policía estrangulados por los recortes presupuestarios, con el equipamiento maltrecho y las extras criogenizadas. Cómo no denunciar la posibilidad de que el afán de lucro prime sobre la persecución del delito. Chúpate otra ronda de «Yes we can», querido votante, mientras el tipo que iba a cerrar Guantánamo permite la consolidación de un lamentable conflicto de intereses. Una cosa es que el FBI, por orden de un juez, pesque a un mafioso en su alegre lavandería de narcodólares y subaste sus yates, sus deportivos italianos y la grifería de oro, la colección de bolsos de la amante y la bodega subterránea del palacete. Otra, bien distinta, que el policía de tráfico confisque diez mil dólares a un motorista, que ya me dirá usted para qué quiere tanto dinero y yo con estos pelos, y acto seguido lo incorpore sobre del departamento. Según el «Washington Post» «el uso de esta práctica se ha disparado en los últimos años». 5 mil millones de dólares sólo en 2014. «Más que el total de dinero perdido en robos en ese mismo año». Que Lynch, que ayer no más lucía como rectilínea campeona de la justicia, y cuyo mérito principal para semejante título tenía mucho que ver con su género y, también, el color de su piel («¡mujer y negra, fabuloso, será buena!»), demuestra por centésima vez que pronosticar virtudes en función del bronceado o el sexo es, siempre y en cualquier circunstancia, racista y sobre todo imbécil.

Lo siento por los valedores de la discriminación positiva, emasculados en sus mágicas ingenierías sociales por culpa de una fiscalía que hace lo contrario de lo que aguardan. Y está por ver qué sucede si finalmente el FBI le envía un memorándum acusatorio contra Hillary Clinton en el caso de los emails. La buena de Loretta, tan eficaz como polémica, tendrá entonces que demostrar si las lealtades priman sobre las obligaciones y si está dispuesta a practicar la voladura de la candidata demócrata en plena campaña presidencial. A mí, que me importa una higa si es Loretta o Loretto y si su piel es blanca o verde viento verde rama, lapislázuli o caoba, sólo me preocupan sus actos. Este llenarse de balón cuando despacha con los periodistas para luego escabullirse en casos como el de la «Equitable sharing program». Menos lobos y a ver si trabajamos más en favor de lo predicado, que fue mucho y se te acaba el tiempo.