José María Aznar Botella
La guerra de las monedas
Era el que faltaba por sumarse a la guerra de las devaluaciones competitivas, y Draghi lo hizo esta semana con gran efectividad. Bien es verdad que este no es un fenómeno reciente, la carrera por tener la moneda más barata empezó hace tiempo, pero sí es novedoso el desparpajo con el que los banqueros centrales han actuado últimamente. Ha pasado a la historia la rutina de manifestarse por una moneda fuerte y luego hacer todo lo posible por depreciarla, ahora lo que se lleva es persuadir a los mercados para vender tu moneda.
No es de extrañar. Se puede ganar competitividad de dos maneras: vía ajuste y devaluación interna, o devaluando la moneda. Lo primero es muy duro, lo estamos haciendo en España y ya sabemos lo que nos está costando. Lo segundo es de dudosa efectividad e inflacionista pero sin duda menos doloroso en el corto plazo.
Armados con sus máquinas de imprimir dinero llevan tiempo la Reserva Federal, el Banco de Inglaterra y ahora parece que el Banco de Japón también ha decidido dejar de ser un buen ciudadano. En Europa, Draghi de momento, sólo se arma con su poder de persuasión, que se ha demostrado notable en este y otros asuntos. Hollande y Monti le habrían dado a la máquina ya hace tiempo, pero la canciller Merkel prefiere que hagamos el ajuste a las bravas.
Su punto de vista es distinto y seguramente informado por los intereses de Alemania, pero quizá la suya sea la más sensible de las políticas. Al margen de que estas guerras de monedas, representan como dirían los anglosajones, una cuesta muy resbaladiza, no parece que tener una moneda especialmente débil haya sido históricamente la respuesta para los países con déficits de competitividad. De lo contrario, Zimbabue sería toda una potencia exportadora.
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