Política

Manuel Coma

La inverosímil democracia

La inverosímil democracia
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Egipto ha dado el primer paso fijado en la hoja de ruta impuesta por los militares: la formación de un gobierno que dirija la transición hacia el restablecimiento de la democracia, en el supuesto de que haya realmente algo que restablecer, lo cual es todavía objeto de una acalorada discusión en Estados Unidos, porque el Washington oficial se resiste como gato panza arriba a pronunciar la palabra «golpe» y las elites políticas en ambos partidos y en los medios están profundamente divididas al respecto. En cuestión está la ayuda americana, sobre todo a los militares, que habría que suspender por ley si la denominación «golpe» triunfa, que va a ser que no. En el nuevo gobierno, el hombre fuerte de las Fuerzas Armadas y más joven general, Al Sisi, sigue como ministro de Defensa y pasa a ocupar una vicepresidencia clave.

Golpes a favor de la democracia haberlos haylos, por rara avis que sean, y aquí al lado tenemos el caso de «el de los capitanes» o «revolución de los claveles», el ya lejano 25 de abril del 74 en Lisboa, que por un cierto tiempo tuvo al país bordeando el comunismo. El último cairota no fue propiamente en contra, porque, incompetencia aparte, de ninguna forma Morsi gobernaba democráticamente y su objetivo era exactamente lo opuesto. Es dudoso que pueda ser a favor, por al menos dos razones: los militares no han experimentado una fulminante conversión al menos malo de los sistemas de gobierno, como diría Churchill, por el que nunca han sentido debilidad, y no es menos dudoso que en Egipto, y si vamos al caso en todo Oriente Medio, sea hoy por hoy viable un sistema democrático, lo que no quiere decir que no valga la pena ir despejando y construyendo el camino hacia tan deseable pero todavía lejana meta.

En un país donde la mitad de la población es analfabeta y campesina y florece la intolerancia por todo lo que no sea musulmán, faltan demasiadas de las condiciones que estabilizan la democracia, así que a la hora de juzgar y prestar una mínima colaboración, más vale tratar de evitar lo peor y no soñar despiertos sobre lo inverosímil mejor. Pero sobre todo lo que falta y es absolutamente insustituible son demócratas. Los que llenaron la plaza Tahrir a finales de enero del 11 y presumen de haber sacado a la calle el 30 de junio la mayor muchedumbre de la historia, con cifras que pasan de los 30 millones, son, a juzgar por los sufragios de las múltiples elecciones de los dos últimos años, en torno al 13% de los votantes, están profundamente divididos en más de 30 partidos con diversas orientaciones y, por encima de todo, hay que dudar de en qué medida entienden realmente la democracia. Hacen eco al «islam es la solución» afirmando que lo es la democracia. ¡Ojalá fuera tan sencillo!