Manuel Coma
La «killer»
«La chica» la llamaba Kohl, demasiado paternalmente. Resultó una política más que correosa, una «killer», por su capacidad de liquidar políticamente a sus enemigos en el oficio. Más de un líder europeo ha sentido sus afilados colmillos por osar alguna chanza a su respecto, sin la debida cautela para que no alcanzase los oídos de algún traductor poco reservado.
Cuando ganó las elecciones por primera vez en el 2005, representó un hito de la nueva Alemania. Primera oriental, primera mujer, primera científica en ocupar la cumbre del país. Repitió en el 2009 y al poco, la crisis económica internacional estalló en Europa en forma de insolvencia fiscal y bancaria griega. Desde entonces, ha sido la mala para los alumnos incompetentes y tramposos del euro, la que exigía inmisericordes curas de adelgazamiento de la deuda como doloroso método para recuperar la salud económica, método que su país se había aplicado a sí mismo con anterioridad, y de ahí su espléndida forma para hacer frente a los embates de la borrasca económica.
La realidad es que ha hecho encaje de bolillos para mantener a flote el euro y a los países que amenazaban con echarlo a pique, lo que significa que ha tenido que hacer fantasiosas interpretaciones de lo que los tratados europeos permitían a su Banco Central, al tiempo que conseguía que el Tribunal Supremo la fuera salvando en cuanto a su propia constitución. Los alemanes se alegran de que salve la moneda común pero no están de acuerdo con el precio. Por eso le dan notas bajas a su gobierno y altas a ella misma. El escándalo de su ministra de Educación no parece haberle hecho mella y sigue estando en posición de ganar las elecciones de septiembre.
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