Alfonso Merlos
La ley. Punto
No hay peor sordo que el que no quiere oír. ¡Qué va! El problema que la irresponsabilidad y el extremismo de Artur Mas y sus compinches están generando al conjunto de la nación nada tiene que ver con la falta de diálogo, con la ausencia de una voluntad real y firme de sentarse en la mesa, con la intransigencia del Gobierno de todos los españoles en sus postulados y sus estrategias (¡qué disparate!).
Estamos ante unos señores que no entienden que dentro de la ley se puede discutir de casi todo; y fuera de la ley, de casi nada. ¿Qué hacer a partir de ahí? Es evidente, y muy en parte es lo que ya se está haciendo, lo que se va a plasmar hoy para conocimiento de todos los ciudadanos en la sede de la soberanía popular: pedagogía y persuasión para que unos dirigentes, tocados por la radicalidad y huérfanos de cordura, entren en razón y recuperen los valores fundamentales que guían la convivencia de todos.
Pero algo más, ¡cómo no! Al otro lado del juego parlamentario está la actuación implacable, episódica, incesante del Estado de Derecho. Es aquí donde los separatistas deben saber que su plan está siendo silenciosamente estrangulado, que se consume por escasez de oxígeno democrático.
El PP está en lo que debe. Desde luego sin aspavientos, evitando descomedidas gesticulaciones, probablemente con formas que no pocos compatriotas entienden que deberían ser más vistosas. Pero en este país en el que tan acostumbrados estamos a que el personal pierda la fuerza por la boca, hay un poder ejecutivo que ha trazado un camino, lo está recorriendo, va a llegar a la meta. Y a ganar. Los perdedores se lo han buscado.
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