Pedro Narváez

La Meca del toqueteo

La Razón
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El movimiento #Metoo, que tanto hace por cargarse el sentido común de la civilización que aún se mantiene en pie, hasta que caiga la estatua de la Libertad como en «El planeta de los simios», cuando quiere llenarse de razones apunta a Donald Trump, el único hombre en la tierra al que echarle la culpa de los acosos y los presuntos presuntos. Es ese feminismo que a falta de un discurso sólido tira a dar al muñeco de la feria de Long Island. Cuesta poco y siempre resulta efectivo. Las denuncias de mujeres musulmanas sobre lo acosadas que se sienten por las multitudes que van a la Meca no tienen sin embargo a Donald Trump como diana. Bueno, puede que a alguna se le ocurra pronunciarlo porque atosiga a Irán o quiso vetar la entrada de algunos musulmanes en EEUU. Estamos debatiendo cada día sobre el derecho a importunar de la Deneuve o las más radicales posturas de Meryl Streep mientras millones de mujeres, como ahora nos recuerdan, son víctimas no de esos «micromachismos» de blandiblú, sino de un «patriarcado» bestia que cuenta con el beneplácito de sus gobiernos y el silencio cómplice de Occidente en una más de sus piruetas hipócritas. En las mentes del progresismo ilustrado se comprende mejor cualquier pisotón a los derechos humanos que venga de fuera. Del Islam o de Rumanía. Siente la conciencia tan sucia que no hay detergente moral con qué limpiarla. Oxfam en vez del Domund. Se trata de una cultura diferente con la que hay que hermanarse y a la que, esa sí, no conviene importunar. No nos inculcó desde pequeños la culpa del catolicismo. Ni prohibió a las mujeres que fueran Papas. Simplemente las dejan en la cuneta de su historia. Irene Montero podría dedicar su portavoza a las iraníes. Las de los abanicos de los Goya a las tapadas de Arabia Saudí y a la brecha salarial de los emiratos. Sus escotes, sus minifaldas, estarían prohibidos. Sus discursos, censurados. Sus cuerpos, mancillados por turbas que celebran el toqueteo como fiesta nacional sin que nada tengan que advertir los expertos de la ONU. Que las feministas radicales no desenfoquen al adversario. Cuando Carmena y sus acólitos se reúnen con las comunidades islámicas o con otras de mandar masculino y diligente manada con una sonrisa budista, no hay quien deslice un mensaje por la igualdad. Y a poco que un español en Twitter disienta del discurso oficial se les echa encima una horda plañidera haciéndole sentir de madera delincuente. No equivoquen el tiro. O pasará lo de siempre. Que sale por la culata.