Toni Bolaño
La negociación de la improvisación
La reunión de ayer fue la (pen)última reunión de una tragicomedia que empezó la noche del 20 de diciembre. Con seguridad, habrá más reuniones antes del día 23 de abril, fecha límite para alcanzar un acuerdo, pero el guión parece escrito. No existe diálogo, sólo una suma de monólogos, trufada de improvisaciones. La noche electoral empezó a mascarse la tragedia. El PP no tenía la mayoría suficiente con C’s. El PSOE cosechó su peor resultado electoral con un Podemos pisándole los talones, pero sin conseguir el ansiado «sorpasso» que les convirtiera en la primera fuerza de la izquierda.
Con el tablero revuelto, Pedro Sánchez aprovechó que su partido estaba noqueado por el mal resultado y que nadie tuviera los arrestos suficientes para derribarlo, para dar un paso adelante. El líder socialista no estaba, para nada, dispuesto a dar un paso atrás y retirarse. Nadie se lo pidió porque nadie se atrevía a coger los mandos de una nave que hacía aguas. Ante el vacío de poder inició su carrera, de momento, hacia ninguna parte. El PSOE estaba en la peor de las situaciones. Si se acercaba al PP malo. Si se acercaba a Podemos peor. Sánchez, improvisó y optó por investirse de estadista improvisando su camino.
El rechazo de Rajoy a someterse a una investidura, perdida de antemano, le dio al debilitado secretario general socialista la gasolina que necesitaba. Ciudadanos, también necesitado de espacio, se le acercó y le acabó dando una mano de chapa y pintura al deteriorado coche del dirigente socialista, que los militantes compraron en una consulta diseñada para torear la oposición interna visualizada en el Comité Federal. A partir de ese momento, Sánchez acentuó sus improvisaciones, consciente de la imposibilidad de llegar a la meta. Actuó sobre la marcha. A trancas y barrancas ha llegado hasta hoy dónde parece que el coche socialista está embarrancado y con problemas internos de motor. Le falla prácticamente todo. Anda, pero está ahogado. El líder socialista tiene en su haber el recuperar la iniciativa política en un momento delicado. Pero esta iniciativa ha ido de uva a pasa. Se ha vuelto en su contra a medida que el tiempo transcurría sin conseguir el objetivo deseado. La iniciativa empezó a perder fuelle el cuatro de marzo. Ese día la investidura de Sánchez resultó fallida. No fue una derrota, ciertamente, porque la salvó con la cara alta, pero empezó a serlo cuando se refugió en un bucle alimentado por la improvisación construyendo una burbuja alejada de la realidad. Su acuerdo con Ciudadanos se reveló totalmente ineficiente, mantenía cerrada la puerta del PP –incluida la de quedarse en la oposición, aunque permitiera la presidencia de Rajoy– y Podemos le cerraba una y otra vez cualquier posibilidad, con un indisimulado desdén. A partir de aquí, la improvisación se ha convertido en el «modus operandi». Sánchez desde ese día ha estado prácticamente inactivo. Ha abandonado la batalla para dedicarse a escaramuzas. Ha visitado al presidente catalán –15 de marzo–, Carles Puigdemont, con luz y taquígrafos y se reunió –el mismo día– entre bambalinas con el líder de ERC. Dicen que fue una reunión para conocerse y hablar de la situación política, pero el secretismo ha puesto sobre la mesa la sospecha de que Sánchez ha intentado acercar posturas con los independentistas. Una vez más la improvisación. La foto frente al contenido.
Su aproximación a Podemos se redujo a una conversación telefónica el 23 que no dio sus frutos, hasta el encuentro cinematográfico con Iglesias del día 30 en los aledaños del Congreso. Se cuidó con esmero la puesta en escena, pero la improvisación volvió a imponerse. Ha transcurrido más de una semana hasta la concreción de la reunión de ayer, 7 de abril. Reunión sí, contenido ninguno, resultado, nueva improvisación. Para colmo, ni una sola encuesta da aire al líder socialista. Las más positivas le auguran sumar dos o tres diputados. Las mejores, incluso, apuntan a un PSOE que se puede dejarse algún escaño en la gatera. Azorado por la situación, Pedro Sánchez se ha puesto manos a la obra para conseguir un histórico encaje de bolillos. Tarea nada fácil cuando ni C’s ni Podemos están dispuestos a dar su brazo a torcer. Lo fía todo a la reunión final sin hacer un trabajo previo que suavice los aguijones y suture las heridas. Quizás Sánchez debería reflexionar sobre una frase de Shakespeare «las improvisaciones son mejores cuando se preparan».
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