Presidencia del Gobierno
La partida
Parece una partida de póquer. Los jugadores disimulan. Se observan unos a otros. Procuran no mover un músculo de la cara que pueda descubrir su juego y, a la vez, tratan de adivinar el de los demás. Cuando estén todas las apuestas sobre la mesa, será el momento de levantar las cartas. Hasta entonces, conviene ser cautos. Puede haber sorpresas. La partida para formar Gobierno acaba de empezar. Rajoy ha iniciado los tanteos por la periferia, un terreno difícil, problemático. Tácticamente parece un acierto. Le dirán que a la fuerza ahorcan, pero a partir de ahora no podrán decirle que no dialoga y que se queda tumbado leyendo el «Marca» y fumándose un puro. Un tópico, menos. Aun sabiendo que no puede esperar nada de los obcecados soberanistas catalanes, se sienta con ellos y se sueltan a la cara civilizadamente sus diferencias y sus agravios mutuos. Con los vascos acabará entendiéndose. También hablará con otras formaciones que considera una amenaza para el sistema. Eso es política. El diálogo fue un invento de Grecia. Puede que el mayor invento de la civilización occidental. Y ha faltado en la anterior legislatura. Habrá que hacer de la necesidad virtud. Nunca es tarde si la dicha es buena. Etcétera.
Desde fuera de la mesa, un observador ve así el juego: Mariano Rajoy tiene en la manga unas cartas poderosas. La primera de todas es la amenaza de unas terceras elecciones que serían desastrosas para España y para los partidos que impidieran ahora la investidura. Serían funestas para PSOE y C’s, y puede que para Podemos, que parece perdido y aturdido. Así que no hay escapatoria. La segunda es la urgencia de los presupuestos y los ajustes que exige Europa para que no quiebre la recuperación. La tercera, la urgente necesidad de estar presentes con un Gobierno sólido en la crisis europea tras la espantada británica. La cuarta, la necesidad de consensuar reformas de calado. Y, por último, la baza del cansancio de la opinión pública y de los propios políticos contrincantes. Ellos también son humanos y las vacaciones de agosto esperan. Cartas de sobra para la investidura. Sólo hace falta que los socialistas, después de las maniobras de distracción, hagan lo que Pedro Bofill ha llamado «una demostración de madurez» y faciliten con condiciones constructivas el Gobierno de la fuerza más votada. Será el final de la partida.
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