Cristina López Schlichting
La raya y el alivio
Me dice la dependienta del súper que ya era hora de que se frenase lo de Cataluña, que está «aliviada». Hay una profunda sensación de injusticia entre los españoles que, en efecto, han experimentado un repentino alivio cuando el presidente ha recurrido al Tribunal Constitucional la resolución secesionista del Parlamento catalán. Todos pagan impuestos, todos colaboran con su dinero al bien común, todos pagan multas cuando se equivocan y van a la cárcel cuando desafían la ley. Y, durante años, hemos visto cómo se impedían en una parte de España las leyes que garantizaban la enseñanza del español, o las que prohibían hacer referendos salvajes. Cuando la ley no es para todos, deja de ser ley. Desde ayer están señalados los principales responsables, a saber, Carmen Forcadell, como presidenta del Parlament, Artur Mas o quien resulte president, seis miembros de la mesa de la cámara, el secretario general de la misma y los 12 consellers del Govern. Serán suspendidos en cuanto hagan el más mínimo ademán de saltarse la resolución prohibida, a través de cualquier iniciativa legislativa. Uno de los síntomas clásicos del totalitarismo es la perversión del lenguaje. «Desconexión democrática» llamaba la resolución aprobada el lunes al incumplimiento de la Constitución. La misma trampa usaba Pablo Iglesias esta semana cuando decía que «la democracia está por encima de la ley». Qué burrada. Stalin hablaba del «poder del pueblo» para conculcar las leyes, de tal manera que la gente ya no sabía a qué atenerse. Hitler se refirió a la «verdadera democracia» y la «Volksmacht» para acabar con el régimen parlamentario. A algunos les encanta autonombrarse líderes del pueblo para poder imponer su real gana. La respuesta sencilla de Mariano Rajoy, en nombre de todos, ha sido: «Cuando se prescinde de la Ley se renuncia a la democracia». Efectivamente, lo único que nos protege de las checas o los comisarios del pueblo es la Ley. Lo que nos pertrecha de la arbitrariedad de los poderosos es la Ley. Qué miedo un Estado donde Mas o Forcadell sean la Ley. En la defensa de la Constitución queda trazada una raya que nos divide en dos, y no precisamente entre los catalanes y el resto de los españoles. A un lado estamos los que queremos derechos iguales y Ley universal, al otro, Artur Mas, Junqueras, Forcadell, Pablo Iglesias, Alberto Garzón y todos los que piensan que las instituciones son una accidente y las normas un obstáculo. Los que se toman la justicia por su mano y poseen la verdad. Los intolerantes y dictadores. Ahora que la linde ha quedado subrayada, es verdad que los que tenemos a la ley por única defensa, como la dependienta del supermercado, estamos aliviados. Como cuando una tormenta largamente barruntada, que ha sembrado el cielo de relámpagos y la atmósfera de bochorno, rompe las nubes de repente y alivia con sus gotas la tensión general.