Alfonso Ussía
La recaudación
En tiempos pasados pero no muy lejanos en su transcurrir, competían en mesas petitorias y recaudaciones benéficas dos importantes y caritativas señoras de Barcelona. La condesa de Lacambra y doña Marta Moragas de Moragas. Vivían rodeadas de huchas benéficas. Doña Marta Moragas de Moragas era más nombrada en el «¡Hola!» que la condesa de Lacambra, hasta tal punto que una semana en la que no hubo cuestación alguna, se publicó una fotografía de la ilustre dama de acrisoladas virtudes –como decían las necrológicas de ABC–, con el siguiente pie de foto. «Doña Marta Moragas de Moragas con el oso de peluche que ha regalado a una de sus nietas con motivo de su onomástica». Y en una mesa de la Cruz Roja presidida por la condesa viuda de Lacambra, ésta recibió la visita de su hijo, Quiquín, conde de Lacambra que le llevaba su generoso donativo. La madre consultó con el cheque filial, lo rompió y le ordenó a su vástago: «Extiende otro con la cantidad multiplicada por diez porque este año tengo sólo un objetivo. Ganar en la recaudación a la Moragas de Moragas». Y aquel año, triunfó doña Teresa, condesa viuda de Lacambra, gracias a su hijo Quiquín, que tardó en reponerse de unas fiebres producidas por la cuantía de su donativo.
Anteayer, en la Diada, sucedieron cosas divertidas, y creo que algunas de ellas inventadas por ingenios malignos. Que en los aledaños de Pedralbes alguien reconoció al conde de Godó adquiriendo una chilaba magrebí para no ser reconocido por la jocosa multitud. Que Puigdemont atendió una llamada desde La Meca de un Imán indignado. «Apenas hay fieles creyentes musulmanes aquí. Todos están en la Diada». Que sólo se oía hablar en catalán y en árabe, más en lo segundo que en lo primero. Que unos argentinos despistados, al ver el entusiasmo del gentío, preguntaron por cuántos goles había ganado el «Barça». Y lo más importante. Que a pesar de los centenares de huchas distribuídas entre los manifestantes para recaudar los cinco millones de euros que tiene que pagar Mas, no se consiguió alcanzar ni una cuarta parte de la cantidad requerida. Con una hucha, Olof Palme recaudó para la ETA mucho más dinero, proporcionalmente. Ahí estaba, como invitado de honor, Otegui, que podrá confirmarlo. Y esa es la triste conclusión, añoranza melancólica, de la manifestación de la Diada. Que de haber estado presidiendo dos mesas petitorias la condesa viuda de Lacambra y doña Marta Moragas de Moragas se habría recaudado mucho más para Mas, y perdón por el juego de palabras, inevitable por otra parte. Eso sí, las tendrían que haber engañado, porque ni una ni otra eran partidarias de esta farsa independentista.
Propongo, pues, la celebración de otra jornada histórica – le decimonovena del año–, en Barcelona. «El Día de la Recaudación». No es necesario que pongan en peligro la vida de los niños con los castillos humanos. No es necesario que vacíen La Meca. Basta y sobra con la buena voluntad de los separatistas catalanes y que acudan a las entidades bancarias elegidas al efecto para ingresar el dinero que falta. La RAC1 y TV3 pueden ser los medios convocantes. Y basta ya de frescuras. Que las cantidades correspondan al patrimonio y tesorería de los donantes. No es lo mismo veinte euros para un conductor de autobuses que para Carulla, el de las gallinas y el Avecrem. No sería justo que Karmele Merchante donara la misma cantidad que Roures. Y por supuesto que Otegui contribuya para devolver el favor y la cortesía de haber sido nombrado, como excepcional terrorista, invitado de honor de la Diada. Su banda asesinó a 54 catalanes, y no se lo han reprochado, sino más bien, agradecido. De tal modo que la «recaudació» supere esos cinco millones de euros que necesita Mas para pagar la multa.
No me sorprendería que doña Soraya también contribuyera desde ese despacho que se ha montado en Barcelona y que no ha servido para nada. La gente es muy buena.
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