Julián García Candau

La Selección, desconocida

A«La Roja» le sacaron los colores. Por encima de la Copa Confederaciones estaba en juego el honor. Brasil quería acabar con la idea de que España es el mejor equipo del mundo. El honor estaba también en recuperar el «jogo bonito». Brasil se hizo con la victoria rápidamente, pero no recuperó la posesión del auténtico «jogo bonito». Hace tiempo que lo perdió y en Maracaná no lo recuperó. El partido se le puso de cara en el segundo minuto. Piqué, Arbeloa y Casillas fueron incapaces de despejar el balón y Fred, desde el suelo, se anticipó a las manos del guardameta y marcó. En el minuto 43, el marcador se acabó de poner en el más difícil todavía. Fue consecuencia de un dato incontestable: contra el mejor delantero brasileño, Del Bosque alineó a Arbeloa, el peor defensa español, y Neymar fusiló a Casillas. Desde el comienzo se vio que el madridista era incapaz de maniatar al brasileño. Ni sabía colocarse. No le esperaba para tener alguna ventaja. Adelantarse y correr tras él era perder toda posibilidad. Y así ocurrió en el impresionante remate que Casillas tal vez ni vio.

España perdió el preciosismo. No se hizo con la pelota. Muy esporádicamente intentó recomponer su imagen. Brasil no desaprovechó la mínima oportunidad para romper el ataque español con faltas que el holandés Kuipers no tomó en la debida consideración. El árbitro resultó ser más consentidor que el poseedor del famoso cipote de Archidona que cantó Camilo José Cela.

España no mostró sus mejores condiciones porque le pesó la presión del equipo adversario. Tampoco la alineación pareció la más idónea. En pleno infortunio, Pedro tuvo la ocasión para empatar y aseguró tanto el remate que dio tiempo a David Luiz a despejar. Para rematar la función, Sergio Ramos falló un penalti y el árbitro expulsó a Piqué al derribar por detrás a Neymar. Necesitamos acto de contrición.