Alfonso Ussía
La tía berzotas
Europa, la tonta, la tía berzotas, la buenista, la involucrada y volcada en solidaridades con quienes desean destrozarla, la «puta Europa» que dijo el poeta –me gusta la frase hecha «que dijo el poeta» porque no hay que especificar de qué poeta se trata ni demostrar documentalmente lo que dijo–, sufre de un mal incurable. A pesar de su historia, de su cultura, de su humanismo, de su arte y de su ciencia, cada día que pasa se supera en majadería. Se le podría aplicar la clarividente descripción que Arthur Baer escribió de su mejor amigo, Steven Frost: «Nació idiota y tuvo una recaída». Quede diáfano que la majadería de Europa no es histórica, cultural o científica. Es política y económica. Y su estupidez va de la mano de su cobardía.
Europa es la adelantada de Occidente. Cuando tiene que dar la cara, y enfrentarse a lo inadmisible, recurre a los Estados Unidos de América, que son los banqueros de Occidente. Pero también forman parte de la cultura occidental y son consecuencia del humanismo cristiano, todas las naciones de América, del norte, del centro y del sur. Es occidental todo americano que se entienda con sus vecinos en español, inglés, francés, portugués y holandés. En Colombia y Perú se habla en los estratos más bajos de la sociedad un español con adornos de nuestro siglo de Oro. Puerto Rico, California, Florida y Tejas son parte de España, en el alma y en la memoria. Cuba lo sigue siendo. Hace pocos días arribó a La Habana con su inmensa Bandera de España el «Juan Sebastián De Elcano», y fueron decenas de miles de habaneros desde el Malecón los que celebraron su llegada como si sus cuatro mástiles fueran el anuncio de la libertad. El recién caminado hacia los azules, Miguel De la Quadra-Salcedo, fue el que mejor supo interpretar que la verdadera España está en América. Lo nuestro es demasiado pequeño para comprender la Patria que hicimos y nos deshizo. De ahí que me asombre la pasividad de Europa ante la tragedia de una nación occidental, como Venezuela, en la que sus gentes padecen de hambre porque les han robado su dinero, carecen de medicamentos porque no tienen dólares para pagarlos mientras se amontonan centenares de miles de ellos en las cuentas corrientes europeas y americanas a nombre de sus tiranos. Una de las naciones más ricas de América tiene sus supermercados vacíos mientras el dinero se acumula en los bancos de una de las naciones más pequeñas de Europa, Andorra. Y también de Liechtenstein y San Marino. Aquí en Europa, guardamos con celo y secreto los millones de euros que han robado a Venezuela los Chávez, los Maduro, los generales narcotraficantes y los adictos al nuevo comunismo caribeño con ramificaciones en España.
Y Europa se contenta, sabiendo que millones de los suyos están sufriendo los latigazos antidemocráticos de la más perversa tiranía, en regañar con votaciones que para nada sirven desde el Parlamento Europeo al tirano. Se vota, se aprueba –con la negativa de Podemos–, una condena al régimen canalla; se aprueba, asimismo –con la negativa de Podemos– la petición de inmediata libertad de Leopoldo López y demás presos políticos, y ahí se detiene. De ahí no pasa Europa. La demoledora máquina del buenismo está planchando el viejo espíritu de Europa y de Occidente. Pero cuidado, no hay que decirlo, no hay que escribirlo, no hay que pregonarlo, porque en Europa no se puede criticar a quienes están derribándola. Pasen los sirios, pasen los iraquíes, pasen los palestinos, pasen los islamistas. Deténgase a Israel, que es la Europa del Oriente medio y el guardián de la civilización occidental. Nada es casualidad. Todo está medido y programado. Maduro ha matado y matará más, y Europa lamentará la muerte de las víctimas mientras discute si el lobo es pieza cinegética Duero arriba o Duero abajo.
Puede parecer una caricatura, pero no. Mientras Europa se comporte así, en Occidente gobernarán los Maduro. Y en España, Podemos.
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