Cástor Díaz Barrado

Laberinto turco

El resultado de las recientes elecciones que han tenido lugar al Parlamento en Turquía se presta a múltiples interpretaciones y pone de relieve, en todo caso, que se están produciendo cambios en la configuración política de este país. Lo que suceda en Turquía es muy relevante en el conjunto de la sociedad internacional y, en particular, interesa sobremanera al devenir de Europa. El estancamiento en las negociaciones para el ingreso de la Turquía en la Unión Europea no tiene por qué mantenerse de manera indefinida y todo dependerá, en buena parte, de la evolución que experimente este país desde la perspectiva política. Aunque no se pueda hablar de descalabro electoral por parte del Partido Justicia y Desarrollo del presidente Erdogan, sí es verdad que no se han cumplido, ni muchos menos, las expectativas que los islamistas moderados tenían en estas elecciones para proceder, en consecuencia, a una reforma de la Constitución en Turquía que otorgase mayores poderes al presidente y, de esta forma, afianzar su poder. La composición del nuevo Parlamento refleja mucho mejor lo que sucede en la realidad y en la sociedad turca, en la que habitan no sólo diferentes posiciones ideológicas sino que, también, está impregnada de diversas minorías que componen una sociedad abigarrada y compleja. No se puede observar Turquía desde un único prisma sino desde la convicción de que es una sociedad muy plural. La presencia significativa en el Parlamento, a partir de ahora, del Partido Popular Democrático, de raíz kurda, puede cambiar el sentido de la política turca que se venía produciendo en los últimos años. Pero, sobre todo, significa un cambio sumamente significativo que refleja, en el fondo, la compleja composición social de Turquía. Las minorías, por fin, están en la política turca y junto a los kurdos habrá que tener en cuenta, también, los derechos e intereses de los cristianos y de la minoría armenia. Turquía no es una realidad homogénea y, por lo tanto, la acción política de este Estado debe tener en cuenta esta realidad tanto en el orden interno como en las relaciones internacionales. Es una buena oportunidad para que, a partir de ahora, se profundice en el respeto de los derechos de las minorías en Turquía y, por ende, en las cuestiones concernientes a la protección de los derechos humanos. De ser así, se habrá iniciado el camino para que Turquía culmine el proceso que le conduzca a su incorporación a la Unión Europea, una vez que se superen los recelos de ciertos países de la Unión en relación con esta incorporación.