Aunque moleste
Sánchez no está solo
Nadie en la UE levanta la voz sobre el plan del Gobierno contra la desinformación
Lo peor de la situación actual no es la gravedad sino el cinismo. Una manera más de reírse de la gente. Acusan de protagonizar delitos de odio quienes con sus discursos frentistas inyectan odio y pactan con partidos caracterizados por exhibir la fobia. El odio es la simiente que sembró primero ETA y después Batasuna y ahora Bildu. Odiar en sí mismo no es delito. Matar o aterrorizar por odiar, sí. El odio agresivo de muchos independentistas catalanes. El escrache con odio practicado por Iglesias y su jauría podemita. Viven del odio quienes acusan de odio a los demás, promoviendo legislaciones aplicables sólo a quienes no piensan como ellos. Técnica importada del peronismo kirchnerista, ahora que Puente ha dado una nueva lección de como inocular odio insultando a Milei con un bulo que no va a ser penalizado. La legislación anti-bulo que promueve Sánchez debería aplicarse de entrada contra él mismo. Contra Montero y contra Puente. Sánchez acusó a Feijóo, con falsedad demostrada, de «haber dicho textualmente que lo que debía haber hecho mi mujer era quedarse en casa sin trabajar», cuando lo que dijo el presidente del PP en entrevista con Latorre es que «evidentemente no le voy a pedir a la mujer del presidente del Gobierno que deje de trabajar, pero sí que deje de tener contratos con la Administración pública». A Sánchez le da igual, propala bulos con la misma facilidad que habla, con procacidad y total impunidad. Bulos como el no-impuesto a las autovías, la reducción de la deuda, las cifras maquilladas del paro, la rebaja fiscal a la clase media, su no-acuerdo con Bildu o la afirmación de que apenas usa el Falcon para visitas oficiales. Curioso que sea el Rey del Bulo quien quiere acabar con los bulos, a los que llama desinformación. En realidad, su interés está en perseguir a quienes publican noticias contrastadas sobre las actividades empresariales de su mujer y sobre las cartas que firmó recomendando a empresas que luego fueron agraciadas con dinero público. No parece que vaya a aplicarse a sí mismo la legislación anti-bulo, ni a María Jesús Montero por inventar que la empresa de la esposa de Feijóo recibió fondos de la Xunta, ni a todos ellos por los bulos reiterados sobre el hermano de Ayuso. Acabar con la desinformación es ahora la expresión. Y quien decide quién desinforma es Sánchez. Son informaciones las notas de Prensa de los Ministerios que difunden los medios afines. Desinforman quienes critican al Gobierno. Es tal el ataque contra la libertad de expresión, pilar básico de la democracia, que van a tener razón quienes acusan a Sánchez de urdir un plan para dinamitar la división de poderes y restringir el derecho a una información libre, no teledirigida. El problema es que Sánchez no está solo. Nadie en la UE levanta la voz, porque la teoría de la desinformación viene de Europa. La postuló su amiga Úrsula Von der Leyen en Davos y ahora la van a poner en práctica los estados. Por eso nadie allí critica el plan de Sánchez, diseñado en Bruselas para eliminar medios prorrusos, antivacunas o negacionistas climáticos, y que el presidente español extiende a las webs de la derecha y la ultraderecha crítica. Por eso la preocupación es aún mayor.
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