Ciencias humanas

Lo que está por llegar

La Razón
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Los avances científicos son necesarios e inherentes a la condición humana, pero obligan la humanidad a nuevas consideraciones éticas. Gracias a la fisión de átomos algunas regiones del mundo tienen energía eléctrica, que proporciona calefacción o alumbrado.

La medicina nuclear también ha sido decisiva en la salvación de vidas. Introdujo los radiofármacos en el interior del cuerpo humano para la realización de pruebas diagnósticas del cáncer y dio origen a los tratamientos de radioterapia.

Pero el ser humano no pudo resistirse a la tentación de matar a otras personas y, rápidamente, incluso antes del desarrollo médico, aplicó los átomos a la industria armamentística.

Hace algunos meses saltó la noticia de que uno de los experimentos en el área de inteligencia artificial, promovido y financiado por Facebook, había dado problemas. En efecto, el ensayo consistía en testar la habilidad de una máquina para exhibir un comportamiento inteligente, similar al de un ser humano.

Se llama test de Turing y es un mecanismo empleado habitualmente para verificar la capacidad de un robot para imitar el comportamiento de una persona, así como de interactuar en su entorno.

Pero, en esta ocasión, el experimento se salió de control y dos inteligencias artificiales comenzaron un diálogo con un lenguaje inventado y solo descifrable por ellas. Además, se evidenció la capacidad de los robots para mentir y engañar en beneficio de sus objetivos de negociación. Los programadores tomaron la decisión de desconectarlos.

En pocos años, los progresos tecnológicos dejarán antiguo el cine de ciencia ficción. En el Wake Forest Baptist Medical Center, en Carolina del Norte, han conseguido implantar con éxito en animales estructuras de tejido vivo fabricadas con una sofisticada impresora 3D. Se abre la puerta a la aplicación quirúrgica de tejidos humanos afectados por enfermedades degenerativas.

El Dr. Juan Carlos Izpisúa es un manchego que ha destacado como brillantísimo investigador en el área de la ciencia biomédica y la genética y sus hallazgos han abierto una esperanza a millones de familias que sufren enfermedades.

Por primera vez, es una realidad la curación de algunas patologías y la regeneración de tejidos y órganos. Ha logrado curar enfermedades genéticas en embriones humanos y esto abre la puerta a todo un universo de sanación para el cáncer y otras enfermedades degenerativas.

Pero la humanidad debería tener claro lo que ya tiene el Dr. Izpisúa, que una cosa es curar patologías, y otra mejorar el físico o la inteligencia de un nuevo individuo. El dilema ético se presenta ante la tentación de influir en la propia especie humana. Sin duda, la respuesta debe ser inequívoca, el ser humano tiene la obligación ética de evitar sufrimiento a los demás y eso incluye curar enfermedades, pero la manipulación genética es como utilizar la energía nuclear para fabricar la bomba atómica.

Todos estos avances que, sin duda, desintegrarán los récord de esperanza de vida y de calidad de años vividos alcanzados por las sociedades más desarrolladas, plantean la necesidades de debates éticos serios sobre los límites en la aplicación de los avances.

Es incuestionable el veto en su utilización para la industria armamentística o para crear desigualdades genéticas en los seres humanos, pero hay consecuencias económico-sociales que también deberán generar una reflexión colectiva. Es insostenible un mundo en el que los avances solo son accesibles a media humanidad y por otra parte, el envejecimiento de la estructura de edad obligará a un nuevo modelo de sostenibilidad económica.

El demógrafo Livi Bacci recogió las palabras del atípico historiador Philippe Ariès, en las que afirmaba que “el gusto por la vida en el anciano fue anterior al progreso de la medicina”, ahora solo queda tener sentido común.