Marina Castaño

Lo que va de ayer a hoy

Es verdad que en todo se evoluciona, pero el cambiazo que se ha producido en las relaciones humanas no tiene parangón con nada. Estamos en condiciones de afirmar que las relaciones humanas se han deshumanizado y los aparatos hacen las veces que antes hacían la coquetería, el atractivo de cada cual, la gracia para entablar relaciones, el salero, vaya, la espontaneidad y el arte que uno puede sacar a la superficie para seducir o aunque sólo sea para un leve «ligorreo». Vivimos la era de las aplicaciones. Tenemos aplicaciones para todo, pero yo que soy curiosa, sí, pero también perezosa para todo lo novedoso, me limito a la aplicación que me facilite todas las aplicaciones que pueda necesitar por medio de la voz, de manera que si necesito una dirección o un número de teléfono se lo pido al aparato y él me lo facilita; si quiero enviar un mensaje, lo dicto de viva voz y el aparato me lo copia y lo envía, y todo así. Pero ahora hay una aplicación que consiste en ligar de forma «muy discreta y confidencial» y que proporciona una lista de personas en la red dispuesta a tener relaciones sexuales con otra persona. Los creadores de este invento insisten en que lo bueno, lo más importante, es la privacidad, ya que nadie puede enterarse de quién tiene esta aplicación instalada o cuál es su lista de deseados, con lo cual se instala, se aceptan las condiciones de uso y se eligen los amigos con los que le gustaría al usuario tener sexo. «Las personas en la lista no se enterarán de que están en ella a menos que elijan justamente a esa persona en su lista de deseados, y cuando sucede el deseo mutuo, recibirán un mensaje privado que avisa de este hecho». Francamente, es mucho más bonito la seducción cara a cara, en carne viva.