Alfonso Merlos
Los niños, sus cobayas
Deplorable. Simplemente. Porque no tiene nada que ver con el respeto, con la convivencia, con la salvaguarda de los derechos y las libertades más fundamentales. ¡Y porque estamos hablando de niños! Porque es gravísimo que se esté utilizando como cobayas de no se sabe qué experimento a quienes están en edad de relacionarse, de compartir, de colaborar, de ilusionarse, de jugar y aprender.
Estamos en España. Esto es una sociedad abierta. Ésta es la civilización occidental. Hemos superado el rechazo, el odio, la marginación y la discriminación al diferente, se supone. ¡¿O no?! ¿A qué estamos jugando? ¿Acaso estamos en disposición de toquetear de mala manera un sistema educativo que hace agua por todas partes? ¿Con qué fines? ¿Y cuál es la autoridad que se arrogan esos directores de esos centros que proceden de manera tan fría, tan inhumana?
Quitémonos la venda de los ojos. A nadie, celoso de la observancia de los derechos humanos, le interesa la aplicación de criterios de ordenación y control de las personas más propios de la Suráfrica de hace tres décadas que de la Navarra que debe mirar a España y a Europa. A su identidad, por supuesto. Pero a la integración, ¡faltaría más!
Lo que hoy revela LA RAZÓN de acuerdo con fuentes perfectamente fundadas tiene dos lecturas. La negativa: así no es posible sacar de la crisis a unas nuevas generaciones de estudiantes que lo confíen todo a la división y la diferencia. ¡De ninguna manera! La positiva: más allá de la condena, tiempo hay para corregir este dislate con urgencia, con contundencia, sin disimulos ni complejos. Eso si, lo antes posible. Por favor.
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