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Julián Redondo

Melancolía

Entre preguntas tales como ¿qué come Messi?, que masticaba a boca llena mientras saludaba a los de Mánchester, y evidencias como que juega Iniesta, bienvenido, cuánta falta haces, o que Martino alineó juntos a Messi y Neymar, y que el City quería el balón en el Camp Nou más que en su casa, no se había cumplido el minuto 10 cuando Lescott zancadilleó a Messi al pisar el área. Protestó el Tata la abstención de «monsieur» Lannoy y Pellegrini, sancionado por acusar al árbitro del encuentro de ida de ser el padre putativo de la victoria azulgrana, silbó en la tribuna. Repitió el gesto cuando a «Ney» le anularon el 1-0 por fuera de juego inexistente. El fútbol, siempre en manos del destino, jamás olvida pasar factura, sobre todo a los bocazas, y don Manuel, de habitual comedido, metió la pata hasta el corvejón por sacar la lengua a pasear. Volvió a perder.

Con un fútbol que por impreciso invita a la melancolía, más individualista que coral, pero más comprometido que el esbozado a orillas del Pisuerga, el Barcelona ha salido de la UVI y supera los octavos de final sin grandes sufrimientos, y sin agobiar. No siembra en «Champions» tantas dudas como en la Liga y el dúo Messi-Neymar, quilates para forrar una portería, brilla, con el argentino entre los vivos y el imprescindible Iniesta cerca de él. Colocado Leo en el disparadero, promete grandes festejos. Ya mezcla y combina con «Ney».

Duele, no obstante, la suplencia de Pedro, el más efectivo entre mil y, por ahora, con más recorrido que el brasileño y por supuesto que Alexis. El Tata le tapa con ellos. El «Kun» Agüero, fuera de onda, se tapó solo.