Jorge Vilches
Habla, Pedro, habla
¿Cuándo rendirá cuentas el presidente del Gobierno sobre el procesamiento de su hermano por recibir favores del PSOE?
¿Cuándo hablará Pedro Sánchez del procesamiento de su hermano por recibir favores del PSOE? Ya no vale el cuento de la máquina del fango, los bulos de los «pseudo medios» y las denuncias de las asociaciones ultras. El hermanísimo ha sido procesado con unos informes de la UCO, por la jueza Beatriz Biedma, y sin oposición de la Audiencia Provincial de Badajoz ni de la Fiscalía. No ha sido una improvisación, sino el resultado de un trabajo de diez meses. Sánchez debería dar la cara como si fuera un presidente del Gobierno digno del cargo, y como él mismo exigiría al líder del PP, pero no hablará.
En estos casos de gestión de crisis ha seguido el siguiente modelo. Primero niega las acusaciones e insulta al informante o denunciante. Esa fase ya ha pasado con el procesamiento del hermanísimo. Lo segundo que hace Sánchez es lanzar a sus recaderos, normalmente gente de peso menor. Es el caso de Óscar López, que huele a fracaso electoral en Madrid. El sanchista ha salido diciendo que está «convencido» de que el caso del hermanísimo «va a quedar en nada». Bien, pero no ha dicho por qué; es decir, que es el típico fango del sanchismo.
El tercer paso es culpar a otros. Ha pasado en todas las desgracias que han acompañado al Gobierno de Sánchez desde 2018. Repasemos algunos casos. Su negligencia con la previsión en la pandemia del coronavirus la intentó ocultar culpando a la gente común, a la derecha política, a Isabel Díaz Ayuso, a las mascarillas «insolidarias», y a quien pasara por allí.
En la tragedia de la DANA, eludió cualquier responsabilidad en los errores de su ministra de Transición Ecológica y de la Confederación Hidrográfica del Júcar, y luego retrasó la ayuda a las víctimas para quemar al PP valenciano.
Con el apagón del 28 de abril está haciendo lo mismo. A pesar de que Red Eléctrica es de titularidad mayoritariamente pública, y de que puso de presidenta a una exministra suya, señala a los operadores privados.
Estas fases de gestión de crisis sirven para enturbiar el caso metiéndolo en un torbellino que impide ver con claridad a sus actores y decisiones porque, además, llena el discurso público de mentiras y exageraciones. Es un sistema eficaz para la manipulación de la opinión pública que constituye un clásico del populismo para eludir la responsabilidad en las fechorías, incluidos los delitos. El daño se minimiza porque convence de su exculpación a los feligreses, siempre dispuestos a tragarse la trola porque prefieren cualquier desgracia antes de que gobierne la derecha, incluso vivir sin luz ni internet.
Si el presidente no rinde cuentas ante la opinión pública sobre el caso del hermanísimo o el de Begoña Gómez es porque el votante socialista tiene un problema con el concepto de delito y la identificación del delincuente. Vamos, que su idea de la justicia está más pegada al rencor social y al partidismo que al equilibrio y al cumplimiento de la ley. Su ideología es una excusa barata para no ser consecuentes, y sobre esa inconsecuencia cabalgan impunemente las mentiras y los delitos del sanchismo.
Por esto, Sánchez no hablará de momento. No dirá nada del procesamiento de su hermano, ni aunque el supuesto músico acabe entre rejas. El presidente cuenta con un sistema de modelaje de la opinión que le funciona y no cree necesario dar todavía explicaciones. Ya lo verán en la sesión de control del Congreso. Callará, insultará a quien pregunte y cambiará de tema. Y cuando no haya más remedio, es posible que diga que la culpa es del presidente de la Diputación de Badajoz, líder del PSOE extremeño, y del asesor de Moncloa que llenó de pajaritos la cabeza del hermanísimo. Incluso dejará que se carbonice David Sánchez Pérez Castejón diciendo aquello de Caín a Dios después de matar Abel: «¿Soy yo acaso guardián de mi hermano?».