César Vidal
«Mi lucha»
La posibilidad de que sea reeditada «Mein Kampf» («Mi lucha») de Adolf Hitler ha provocado una riada de opiniones. No faltan, desde luego, los que se oponen radicalmente. Personalmente, soy partidario de su publicación y de su lectura. Permítanme explicarme. La primera referencia a «Mi lucha» la tuve con doce o trece años cuando un compañero de colegio me habló de su existencia. Tenía yo curiosidad por leer el libro, pero en español nunca se publicó una versión íntegra –ni siquiera durante la guerra civil lo fue la patrocinada por el III Reich– y hube de esperar algunos años a tener un ejemplar en mis manos. Su primera lectura la realicé en inglés, pero no mucho después me hice con un ejemplar en alemán editado durante el gobierno de Hitler. Leí y releí el texto varias veces. Incluso me atrevería a decir que fui el primero que, en España, escribió sobre la obra con amplitud en uno de mis ensayos históricos, «Los incubadores de la serpiente», que lleva descatalogado un par de décadas. Muy posiblemente, Hitler no escribió personalmente «Mi lucha». El texto se lo dictó a Rudolf Hess mientras estaba en la prisión de Landsberg y la redacción final se debió a un sacerdote de la orden de San Jerónimo, el padre Staempfle, que admiraba a Hitler contemplándolo como un valladar contra la influencia de los judíos en Alemania. Amanuense y redactor aparte, «Mi lucha» recoge la cosmovisión de Hitler con enorme exactitud e incluso con una especial sinceridad porque, como revelaría uno de sus compañeros de primera hora, estaba convencido de que no le quedaba mucho tiempo de vida y pretendía no persuadir a los votantes sino dejarles su legado doctrinal. «Mi lucha» es un texto pesado, reiterativo y aburrido en el que se mezclan el nacionalismo, el racismo, el antisemitismo y el socialismo no de corte internacionalista sino nacionalista. Con ciertas pinceladas autobiográficas, Hitler señalaba lo que sería el estado nacionalista y también cuáles constituirían sus objetivos en política exterior. Sabido es de todos que Hitler no logró alcanzar sus metas y que, en 1945, cosechó una pavorosa derrota que, entre otras consecuencias, trajo la del descuartizamiento de Alemania. Sin embargo, basta leer «Mi lucha» para saber que anunció lo que iba a suceder incluso cuando afirmó que si se hubiera gaseado a unos miles de judíos Alemania no habría sido derrotada en la Gran guerra. Por eso precisamente hay que leer «Mi lucha». Para saber siquiera que ciertos anuncios no deben despreciarse jamás.
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