Cástor Díaz Barrado

Milagro brasileño

El crecimiento económico tan relevante que ha experimentado Brasil en los últimos años y el protagonismo político que ha adquirido no sólo en la región a la que pertenece sino, también, en la escena internacional se deben, en buena parte, al diseño de políticas acertadas tanto en lo económico como en lo social y al buen hacer en las relaciones con otros estados y las inversiones extranjeras. El fin de la dictadura supuso, también, el inicio de una etapa de prosperidad y, sobre todo, el comienzo de un futuro cada vez mejor para todos los brasileños. La sociedad en Brasil comenzó a sentirse, y se siente, un actor imprescindible de los logros que se venían alcanzando y está dispuesta a construir un Estado en el que el bienestar sea una de sus señas de identidad. El aumento de la clase media y la erradicación de parte de la pobreza que, tradicionalmente, la aquejaba han ido disminuyendo paulatinamente los índices de desigualdad. El camino y los cambios emprendidos desde las políticas del gobierno de Cardoso han propiciado un entorno en el que Brasil se configura como el Estado más sobresaliente de Latinoamérica y el verdadero impulsor y guía para otros estados de la región. El Partido de los Trabajadores incidió en esta dirección y logró concitar el apoyo de los brasileños y la admiración de muchos otros. Por ello, sorprenden las manifestaciones y protestas que están teniendo lugar estos días en las calles de las principales ciudades de Brasil y que reflejan, sin duda, un estado de insatisfacción de la sociedad brasileña. Acontecimientos muy puntuales, como la subida del precio del transporte, han encendido las reivindicaciones y han puesto contra las cuerdas al Gobierno de Dilma Rousseff. Es muy posible que pronto se apague la llama de las protestas en Brasil y que todo vuelva a la normalidad. Los brasileños no sólo quieren mantener los avances que se han producido sino que, fundamentalmente, aspiran a mejorar la situación de su país. La clase política brasileña está en el punto de mira de las protestas y la lucha contra la corrupción se plantea como uno de los objetivos básicos para conservar los logros democráticos. La recuperación política y económica en el área latinoamericana no debe ser un espejismo. Los políticos brasileños deben actuar, a partir de ahora, con mayor intensidad en la búsqueda de soluciones concretas a las demandas de los ciudadanos. Sólo así, Brasil continuará siendo un referente en el plano regional y un Estado a tener muy en cuenta a nivel mundial.