Elecciones municipales
Miserable equidistancia
Mediada ya la legislatura, conviene abandonar la mirada folklorista, como de antropólogo decimonónico que desembarcase en un remoto archipiélago polinesio, que los medios le prodigan al alcalde de Cádiz. Kichi, que llegó al infantilismo de pedir a los periodistas locales que lo llamasen José María González, fue una extravagancia más o menos graciosa mientras su sectarismo limitaba con la insignificancia del micromundo carnavalesco y no cometía mayor desmán que amañar el concurso para premiar a la muy politizada chirigota de su amigo Vera Luque. Pese a la seriedad con la que allí se toman las cosas del Falla, eran polémicas de cortísimo alcance. Ahora, sin embargo, su grupo municipal (más los acólitos comunistas, que hacen méritos para figurar en próximas listas) ha traspasado la frontera de la miseria moral con su negativa a adherirse a la petición mayoritaria del pleno para dedicar una calle o plaza a la memoria de Miguel Ángel Blanco. La derecha clerical vasca y la ultraizquierda en cualquiera de sus manifestaciones siguen compartiendo ese repugnante vicio de la equidistancia entre víctima y verdugo, que no obedece tanto a una querencia sanguinaria como a un odio a España. Al concejal de Ermua, en efecto, lo martirizaron hace veinte años por su condición de representante (electo) de la nación española y no por su condición de víctima, sino por español, prefiere Kichi confraternizar con los criados de sus asesinos, como ese concejal batasuno al que invitó recientemente, con cargo al Ayuntamiento, para diseminar su discurso de aversión a los compatriotas muertos por oponerse al separatismo. Los ediles de PP, PSOE y Ciudadanos fueron suficientes para reparar la iniquidad del equipo de gobierno. Cuestión de que se acostumbren a seguir votando juntos...
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