Alfonso Ussía

Muy paleto

La Razón
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El gran problema de Mas, delirio, traición y chifladura aparte, es su condición de paleto.

Un paleto sobrado, vigoroso y creciente. Con motivo de la visita del Rey a Barack Obama en la Casa Blanca, Mas ha emitido el juicio que demuestra su incontrolada paletería: «Es formidable que el Rey y el Presidente de los Estados Unidos hayan hablado de Cataluña». No hablaron de Cataluña, sino de la unidad de España. No se pronunció la voz «Cataluña» en ningún momento de la conversación. Pero a Mas le hace ilusión figurarlo, y lo suelta acompañando la fantasía con la sonrisa de la satisfacción.

De todos los dirigentes mundiales, sólo uno, Juncker, se ha referido a una Cataluña separada de España, y no amablemente: «Europa no acepta una Cataluña independiente». Ángela Merkel se ha decantado por la legalidad internacional: «Hay que respetar la legalidad internacional». Obama ha hablado de España: «El mundo necesita una España fuerte y unida». Cameron se ha limitado a la advertencia sin señalar al advertido: «Quien se separa del Estado, ya no es parte de la Unión Europea». Y para Hollande, como para Obama, España es la única protagonista de la situación: «Deseamos una España fuerte y unida como ahora».

Para los dirigentes más poderosos del mundo libre, la prioridad es la unidad de España, no los intentos de secesión de Cataluña, porque al referirse a España lo están haciendo también a Cataluña, al País Vasco, a Murcia, a La Rioja y al Movimiento Independentista del Bierzo, que también existe. Un movimiento que anhela su separación de León y su independencia respecto a Galicia para convertirse en una autonomía uniprovincial.

Se inauguraba el atractivo edificio de Agbar en Barcelona. Un arrogante y precioso pirulí. Carod Rovira –en la actualidad bastante desaparecido–, asistía al evento. Y en un momento de silencio le preguntó al primer arquitecto: «¿Los aparejadores hablaban con los albañiles en español o en catalán?». Su rostro se endureció cuando uno de los arquitectos le respondió: «En español. La mayoría de los trabajadores eran inmigrantes que sólo entienden el español». Pero la pregunta, el nivel de paletería que la pregunta escondía, sólo podía ser superado por la satisfacción de Mas al figurarse a Obama pronunciando «Catalonia», que no lo pronunció.

«De la ciudad española más abierta a Europa a una aldea». Más o menos, así definió el Nobel Vargas Llosa la involución del ambiente cultural y social de Barcelona. La aldea, el ombligo, la necesidad de observarlo, contemplarlo y elogiarlo, es de paleto. Un ombligo orgulloso por haber sido nombrado en la Casa Blanca alcanza el más alto grado de la paletería nacional. Si a semejante y altísima graduación sumamos el tupé, el traje gris perla, y los besos a los miembros de la CUP que se proponen echarlo a las primeras de cambio, nos hallamos ante el gran paleto que pretende ser timador y es víctima de sus timos. «El Rey y Obama han hablado de Cataluña. He de contárselo a la nena». Y se lo cuenta. Paleto.

Viajaba con Don Juan un nuevo rico de holgadas pretensiones. Llevaba como equipaje un conjunto de maletas de «Vuitton» a juego. La gran maleta, la mediana, la pequeña, la de mano y un portafolios, todos de la misma piel. Cuando un encargado de la Sala de Autoridades le requirió el pasaporte, lo sacó de una carterilla a juego con el resto de las maletas. Don Juan se lo confirmó: «Querido, eres un paleto».

No se trataba de Mas. El paleto es aquel que en la Plaza de la Armería, ante la fachada sur del Palacio Real, le comenta a su acompañante: «A mí, personalmente, me gusta más la Casa Milá».

Muy paleto.