Alfonso Ussía
Ni un alfiler
No se habla de otra cosa. Me refiero, claro está, al éxito rotundo de la manifestación convocada con el lema «No en mi nombre» por cincuenta excelsas personalidades del pensamiento nacional. No cabía un alfiler. El convocante principal, el cómico Alberto San Juan, reconoció que en un momento dado se asustó con la densidad de la muchedumbre. No es sencillo reunir en un mismo acto reivindicativo a San Juan, «Kichi», Teresa Rodríguez, Pilar Bardem, «Wyoming», Diego Botto y como guinda de la tarta, a Pablo Bustinduy, del Consejo Ciudadano Estatal de «Podemos». Esa presencia es la que enriqueció el clamor de la manifestación. Se comentaba en los bares y cafeterías, y también en las terrazas, que el sábado lució el sol en Madrid como en un día de primavera avanzada. –Inesperadamente, y acompañado de Luis Alegre, se presentó Pablo Bustinduy, y aquello fue apoteósico–; –¿Pablo Bustinduy, el genuíno, el de verdad?–; –Lo que oyes–.
Y mucha gente se quedó en casa. Si hubieran ido a la manifestación todos los convencidos, tendría que haberse celebrado en el Bernabéu. El problema es que muchos no entendían el mensaje de la convocatoria. De haber elegido en lugar de «No en mi nombre» el lema «No en mi nombre no se sabe qué», se habrían presentado más manifestantes, movidos en último caso, por la curiosidad.
Pero doscientas personas gritando «No en mi nombre» son suficientes. Y más aún, si las voces se rompen enardecidas por la presencia de Pablo Bustinduy, tan reacio a aparecer en público. Entiendo la emoción de Alberto San Juan cuando fue informado de la llegada de Bustinduy. Parecida emoción a la experimentada por los dirigentes de PACMA cuando en su manifestación en pro del conejo autóctono ibicenco se presentó el presidente de la Asociación del Conejo Vizcaíno, Eladio Borrego. «¡Ha venido hasta Eladio!». Impresionante. Figurando la escena se me han puesto los pelos de los brazos como escarpias.
Faltó un representante de la embajada de Venezuela, aunque justificó a tiempo su inasistencia. El único fallo, quizá. Toda manifestación buenista y pacifista precisa del empaque que regala la presencia de un diplomático que representa a un Gobierno que liquida a sus adversarios a tiros. Porque la muerte de un terrorista del Estado Islámico es lamentable, pero si el asesinado es un opositor al régimen bolivariano, pues la verdad, para qué vestir la mona, dicho sea con la mano en el corazón, importa un bledo.
Doscientos manifestantes. ¿Se han parado los lectores a pensar lo que ocupan doscientos manifestantes convocados por cincuenta intelectuales de nuestra «cultura»? De acuerdo en que hay salones y locales comerciales capaces de alojar a doscientas personas, pero ello no significa que la manifestación no haya sido un éxito rotundo y sin margen para la duda. Se nota el tirón popular de San Juan, de la Bardem, de «Wyoming» y de «Kichi». El alcalde de Cádiz y su compañera sentimental la jefa de «Podemos» en Andalucía pueden sacar pecho de vuelta a sus raíces por su capacidad de convocatoria en la Capital.
He visto imágenes de la arrolladora concentración y puedo asegurar y aseguro que no había reparado en nada igual durante mi vida. Ni los alrededores del estadio del Getafe en los minutos previos a la celebración del «derby» Getafe B- Spartak de Seseña, reúnen el gentío de la manifestación «No en mi nombre» celebrada en los aledaños de la Plaza Reina Sofía de Madrid. Un auténtico hormiguero de pacifistas cultos y bienpensantes.
Y la guinda. Asistió Bustinduy. Como para hacer bromas al respecto. Todavía no me lo creo.